viernes, 27 de junio de 2014

TORMENTA LUNAR ::: Gabriel García Márquez (Aracataca, Colombia 1928 - México DF, 2014) ::: sharing


***
Translate   /traducir/ Vertaal /  ♪ → → → ► → → →
Terjemahan/μεταφράζω / übersetzen / ♪ → → → ► → → →
переводити/Traduire/ переводить ♪ → → → → → → ►
 ترجم / לתרגם   翻訳する
  ***


Feb
4

MENSAJE DE ANTHENA DE ARCTURUS.






TORMENTA LUNAR


7 de enero 2012


Yo soy el Creador en Manifestación
Yo soy un Arcturiano
Yo soy Anthena


Yo, Anthena Arcturus, me dirijo a ustedes desde el rayo de amor y sabiduría...amor y sabiduría que por estos tiempos esta siendo activado/a en cada uno de ustedes...paso a paso...como parte de este Gran Plan Cósmico en esta sagrada zona experimental.

Honrándolos profundamente les comunico que el tránsito por la noche Galáctica ha concluido y luego de las intensas energías del 11:11:11 muchos de ustedes comienzan a transitar con fuerza y mucha convicción el maravilloso camino hacia el despertar. El Portal Estelar 11:11:11 generó y esta generando, como parte de este plan, la activación de profundas memorias, las cuales traen por consecuencia la activación de ese 97% del ADN que ha permanecido dormido en ustedes en estos últimos miles años y por ende la activación del verdadero poder que habita en ustedes, ya que ustedes son la parte encarnada del mismísimo Creador.

Mis amados, hoy como nunca antes en estos últimos miles de años llego nuevamente a ustedes a transmitirles que ha llegado el momento de asumir con gran compromiso y responsabilidad este despertar. Ha llegado el momento de abrir su corazón. Ha llegado el momento de despertar su conciencia a la totalidad. Ha llegado el momento de volver a UNIFICAR sus centros de energía en el Espacio Sagrado del Corazón. Ese espacio es donde habita su conciencia, sus memorias galácticas...donde habita la VERDAD. Y esa verdad de la que les hablo mis amados trabajadores de la luz es simplemente el AMOR. Ese amor que cada uno de ustedes ha decidido encarnar en este Gran Juego de la Evolución.

Esa verdad fluye a través de ustedes y fue exactamente hace 12551 años, durante la Era de Leo, que todo esto fue acordado. Ha transcurrido un largo ciclo en tiempos terrestres pero solo un instante en los tiempos del Universo.

En aquel entonces una gran civilización sucumbía ante todos nosotros quienes observábamos el proyecto evolutivo en curso desde planos superiores. La civilización Atlante llegaba a su fin como parte de este Gran Plan. La entrada en la noche galácticageneraría grandes cambios en el cuerpo de la Madre Tierra como también en cada uno de ustedes. Generaría una fuerte baja en la frecuencia vibracional de todo este Sistema Solar y los pondría, por así decirlo, en una especie de stand by durante los siguientes miles de años. El Creador dijo..."todos a dormir" y así comenzó este tránsito...

Muchos de ustedes lograron sobrevivir y otros tantos volvieron a re-encarnar para ser protagonistas de la creación de una nueva civilización. El siguiente proyecto evolutivo se denominaría Egipto, como lo conocen hoy en día. Comenzaba un nuevo diseño y debíamos adaptarlo a esta nueva frecuencia vibracional.
En aquel entonces la energía que hoy encarno bajó a la Tierra, como en tantos otros momentos de la historia de la humanidad a transmitir la simplicidad de una sabiduría que habita en ustedes...la sabiduría cósmica. El diseño requería que gran parte de la información transmitida estaría reservada para algunos pocos. Estaría reservada para aquellos que lograran mantenerse en una frecuencia un tanto superior a la mayoría de la humanidad. Y así fue.

Como pueden ver mis amados he estado a su lado siguiendo cada uno de sus pasos desde tiempos muy remotos...quizás resuene en alguno de ustedes la palabra Aldebaran...quizás no...es cuestión de tiempo.

En aquel entonces en el antiguo Egipto muchos de ustedes me reconocían como una Diosa...representada como una Diosa Alada debido a que mi energía proviene directamente de la Energía Divina Universal. Proviene del Cielo. Se me reconocía ni hombre, ni mujer. Se me reconocía como un ser perteneciente a una raza estelar. Perteneciente a un linaje de seres que tiene por misión asistir los diferentes momentos evolutivos en zonas experimentales. Muy pocos registros han sobrevivido desde aquellos tiempos en que comenzaba el diseño de una nueva civilización.

Si, mis amados, fuimos nosotros quienes los asistimos en la construcción de las Pirámides. En la construcción de los grandes templos. En la construcción de la Esfinge...todo parte de un Gran Juego Evolutivo...todas señales para recordar...esta es la razón por la que la Sagrada Esfinge tiene cuerpo de León...fue diseñado así para que muchos de ustedes lograran recordar que fue justo en la Era de Leo que esta historia comenzó. Es mas, quizás muchos de ustedes se han preguntado hacia donde se encuentra mirando la Esfinge. Fue puesta allí mirando directamente hacia la constelación de Leo. ¿Simple casualidad?

Por medio de nuestro amado Thot, el antiguo escriba de los Dioses, quien por aquel entonces era el verdadero y único intermediario entre los dioses y la humanidad, la sabiduría cósmica fue llegando a muchos de ustedes. Se les fue enseñando sobre los niveles de evolución. Se les fue iniciando una vez más en la sabiduría cósmica. Se los fue iniciando nuevamente en la Verdad.

Muchos de ustedes conocieron a nuestro amado Thot como Hermes. Muchos de ustedes quizás lo conocieron como Ptolomeo, en la antigua Grecia. Muchos de ustedes quizás lo conocieron como Amenhotep III o quizás como el Maestro Ascendido Serapis Bey...Chohan del Rayo de la Ascension. Desde los tiempos de la Atlántida el sigue siendo el Guardián del Rayo de la Ascension, fue el quien debió llevar esta Llama Sagrada desde la Atlántida hasta su nuevo hogar, por los siguientes miles de años, en Luxor. Hoy se encuentra allí esperando por los siguientes pasos en esta misión planetaria que se desarrolla en perfecto orden y sincronicidad.

Y así es. Hace casi 13 mil años fue acordado que en un tiempo futuro yo, Anthena, volvería a la Tierra. Esta vez en cuerpo encarnado. Muchas cosas debieron ser preparadas para mi bajada. Mi diseño debía poder recordar en el momento perfecto la Verdad. Fue así como se prepararon los astros...los números...la misión Maya...mi diseño humano...todo debía estar perfectamente sincronizado para mi bajada. Yo, Anthena, volvería a caminar junto a ustedes protegida por el velo. Yo, Anthena, volvería a asistirlos en un nuevo tránsito hacia la Verdad. Fue acordado que dentro de 13 mil años, transitando la actual Era de Acuario, volvería para ayudarlos a despertar y entrar en perfecto orden y armonía en un nuevo Día Galáctico.

Si, mis amados han pasado casi 13 mil años cuando algunos de ustedes, los iniciados, tomaron conciencia de mis palabras; "Soy todo lo fue. Todo lo que es y todo lo que será. Mi velo jamás ha sido corrido aun por un mortal". Hoy según lo acordado como parte de este Plan los invito a que juntos logremos con éxito correr el velo.

Según lo acordado hace casi 13 mil años vuelvo a Egipto...tierra de Faraones...lugar donde la energía de los Dioses trabajo en el diseño de una magnifica civilización...lugar desde donde hace miles de años decidimos partir y dejarlos vivir su propia experiencia.

Este próximo 9 de enero de 2012...con el Sol en Capricornio (tal cual baje al planeta) junto a la energía de la Luna Llena en Cáncer (mi ascendente hoy en la Tierra)...junto a la energía del Dragón (misión maya 3D de en la Tierra) llegare a Egipto luego de miles de años a restablecer el orden...a restablecer la justicia...a restablecer la Verdad...junto a ustedes.

Y por ultimo, nuestro amado Serapis Bey se encuentra en espera de este gran re-encuentro. Aquel en quien confiamos toda la sabiduría hace miles de años se encuentra en Luxor para hacer entrega, según lo acordado, de la Llama de la Ascension. Él ha cumplido con su misión. Hoy se le dará la posibilidad de elegir. Pues la Llama de la Ascension deberá permanecer por los próximos 13 mil años en un nuevo lugar en el cuerpo de la Madre Tierra. Ha sido mi misión, al bajar al planeta Tierra en cuerpo encarnado, preparar ese lugar sagrado...esa Zona 7. Y como muchos de ustedes saben la propia Energía Kundalini de la Madre Tierra se ha movido hasta allí, preparándose de esta forma para este momento único...para este momento sagrado.

Mis amados, según lo acordado, el tiempo de Isefetha llegado a su fin como parte de este Plan Cósmico y como ustedes saben los actuales movimientos de energía en esa zona es la clara señal de que estas viejas formas están llegando a término.

Mis amados, según lo acordado, Isefet ha sido informado...el orden, la justicia y la verdad comenzarán a ser restablecidos en esta próxima Luna Llena en Cáncer.

Mis amados, segun lo acordado, mi energía de la Gran Madre fluirá desde Egipto como lo hizo hace miles de años...despertando corazones...despertando conciencias...despertando la Verdad en muchos de ustedes quienes aun se resisten a aceptar.

Mis amados, según lo acordado hace miles de años la Llama de la Ascension debe ser trasladada hacia su nuevo hogar. Esto es así cada vez que una civilización termina...esto es así cada vez que una nueva civilización comienza. Su verdadero hogar habita en ustedes pero deberá ser resguardada en una zona del planeta que ha sido preparada con esta finalidad y desde allí comenzar a dar los pasos en la siguiente parte del Plan.

Mis amados, según lo acordado, una nueva civilización ha comenzado. Nosotros les denominamos...Homo Galácticas. Su centro de Iluminación por los próximos miles de años...Sudamérica. Su Nueva Tierra...cuadrante Patagonia. Su objetivo final...la instauración de la luz de Maat...es decir...la luz de la Verdad.

Así es
Soy todo lo que Fue
Todo lo que Es
Y todo lo que Será...

Anthena Arcturus



GRACIAS POR DIFUNDIR ESTA INFORMACIÓN.


Publicado 4th February 2012 por Shanti
Etiquetas: Anthena de Arcturus
 
* * *
***
Translate   /traducir/ Vertaal /  ♪ → → → ► → → →
Terjemahan/μεταφράζω / übersetzen / ♪ → → → ► → → →
переводити/Traduire/ переводить ♪ → → → → → → ►
 ترجم / לתרגם   翻訳する
  ***

Gabriel García Márquez
(Aracataca, Colombia 1928 - México DF, 2014)



La Santa

Veintidós años después volví a ver a Margarito Duarte. Apareció de pronto en una de las callecitas secretas del Trastévere, y me costó trabajo reconocerlo a primera vista por su castellano difícil y su buen talante de romano antiguo. Tenía el cabello blanco y escaso, y no le quedaban rastros de la conducta lúgubre y las ropas funerarias de letrado andino con que había venido a Roma por primera vez, pero en el curso de la conversación fui rescatándolo poco a poco de las perfidias de sus años y volvía a verlo como era: sigiloso, imprevisible, y de una tenacidad de picapedrero. Antes de la segunda taza de café en uno de nuestros bares de otros tiempos, me atreví a hacerle la pregunta que me carcomía por dentro.
—¿Qué pasó con la santa?
—Ahí está la santa –me contestó—. Esperando.
Sólo el tenor Rafael Ribero Silva y yo podíamos entender la tremenda carga humana de su respuesta. Conocíamos tanto su drama, que durante años pensé que Margarito Duarte era el personaje en busca de autor que los novelistas esperamos durante toda una vida, y si nunca dejé que me encontrara fue porque el final de su historia me parecía inimaginable.
Había venido a Roma en aquella primavera radiante en que Pío XII padecía una crisis de hipo que ni las buenas ni las malas artes de médicos y hechiceros habían logrado remediar. Salía por primera vez de su escarpada aldea de Tolima, en los Andes colombianos, y se le notaba hasta en el modo de dormir. Se presentó una mañana en nuestro consulado con la maleta de pino lustrado que por la forma y el tamaño parecía el estuche de un violonchelo, y le planteó al cónsul el motivo sorprendente de su viaje. El cónsul llamó entonces por teléfono al tenor Rafael Ribero Silva, su compatriota, para que le consiguiera un cuarto en la pensión donde ambos vivíamos. Así lo conocí.
Margarito Duarte no había pasado de la escuela primaria, pero su vocación por las bellas letras le había permitido una formación más amplia con la lectura apasionada de cuanto material impreso encontraba a su alcance. A los dieciocho años, siendo el escribano del municipio, se casó con una bella muchacha que murió poco después en el parto de la primera hija. Ésta, más bella aún que la madre, murió de fiebre esencial a los siete años. Pero la verdadera historia de Margarito Duarte había empezado seis meses antes de su llegada a Roma, cuando hubo de mudar el cementerio de su pueblo para construir una represa. Como todos los habitantes de la región, Margarito desenterró los huesos de sus muertos para llevarlos al cementerio nuevo. La esposa era polvo. En la tumba contigua, por el contrario, la niña seguía intacta después de once años. Tanto, que cuando destaparon la caja se sintió el vaho de las rosas frescas con que la habían enterrado. Lo más asombroso, sin embargo, era que el cuerpo carecía de peso.
Centenares de curiosos atraídos por el clamor del milagro desbordaron la aldea. No había duda. La incorruptibilidad del cuerpo era un síntoma inequívoco de la santidad, y hasta el obispo de la diócesis estuvo de acuerdo en que semejante prodigio debía someterse al veredicto del Vaticano. De modo que se hizo una colecta pública para que Margarito Duarte viajara a Roma, a batallar por una causa que ya no era sólo suya ni del ámbito estrecho de su aldea, sino un asunto de la nación.
Mientras nos contaba su historia en la pensión del apacible barrio de Parioli, Margarito Duarte quitó el candado y abrió la tapa del baúl primoroso. Fue así como el tenor Ribero Silva y yo participamos del milagro. No parecía una momia marchita como las que se ven en tantos museos del mundo, sino una niña vestida de novia que siguiera dormida al cabo de una larga estancia bajo la tierra. La piel era tersa y tibia, y los ojos abiertos eran diáfanos, y causaban la impresión insoportable de que nos veían desde la muerte. El raso y los azahares falsos de la corona no habían resistido al rigor del tiempo con tan buena salud como la piel, pero las rosas que le habían puesto en las manos permanecían vivas. El peso del estuche de pino, en efecto, siguió siendo igual cuando sacamos el cuerpo.
Margarito Duarte empezó sus gestiones al día siguiente de la llegada. Al principio con una ayuda diplomática más compasiva que eficaz, y luego con cuantas artimañas se le ocurrieron para sortear los incontables obstáculos del Vaticano. Fue siempre muy reservado sobre sus diligencias, pero se sabía que eran numerosas e inútiles. Hacía contacto con cuantas congregaciones religiosas y fundaciones humanitarias encontraba a su paso, donde lo escuchaban con atención pero sin asombro, y le prometían gestiones inmediatas que nunca culminaron. La verdad es que la época no era la más propicia. Todo lo que tuviera que ver con la Santa Sede había sido postergado hasta que el Papa superara la crisis de hipo, resistente no sólo a los más refinados recursos de la medicina académica, sino a toda clase de remedios mágicos que le mandaban del mundo entero.
Por fin, en el mes de julio, Pío XII se repuso y fue a sus vacaciones de verano en Castelgandolfo. Margarito llevó la santa a la primera audiencia semanal con la esperanza de mostrársela. El Papa apareció en el patio interior, en un balcón tan bajo que Margarito pudo ver sus uñas bien pulidas y alcanzó a percibir su hálito de lavanda. Pero no circuló por entre los turistas que llegaban de todo el mundo para verlo, como Margarito esperaba, sino que pronunció el mismo discurso en seis idiomas y terminó con la bendición general.
Al cabo de tantos aplazamientos, Margarito decidió afrontar las cosas en persona, y llevó a la Secretaría de Estado una carta manuscrita de casi sesenta folios, de la cual no obtuvo respuesta. Él lo había previsto, pues el funcionario que la recibió con los formalismos de rigor apenas si se dignó darle una mirada oficial a la niña muerta, y los empleados que pasaban cerca la miraban sin ningún interés. Uno de ellos le contó que el año anterior había recibido más de ochocientas cartas que solicitaban la santificación de cadáveres intactos en distintos lugares del mundo. Margarito pidió por último que se comprobara la ingravidez del cuerpo. El funcionario la comprobó, pero se negó a admitirla.
—Debe ser un caso de sugestión colectiva –dijo. En sus escasas horas libres y en los áridos domingos de verano, Margarito permanecía en su cuarto, encarnizado en la lectura de cualquier libro que le pareciera de interés para su causa. A fines de cada mes, por iniciativa propia, escribía en un cuaderno escolar una relación minuciosa de sus gastos con su caligrafía preciosista de amanuense mayor, para rendir cuentas estrictas y oportunas a los contribuyentes de su pueblo. Antes de terminar el año conocía los dédalos de Roma como si hubiera nacido en ellos, hablaba un italiano fácil y de tan pocas palabras como su castellano andino, y sabía tanto como el que más sobre procesos de canonización. Pero pasó mucho más tiempo antes de que cambiara su vestido fúnebre, y el chaleco y el sombrero de magistrado que en la Roma de la época eran propios de algunas sociedades secretas con fines inconfesables. Salía desde muy temprano con el estuche de la santa, y a veces regresaba tarde en la noche, exhausto y triste, pero siempre con un rescoldo de luz que le infundía alientos nuevos para el día siguiente.
— Los santos viven en su tiempo propio –decía.
Yo estaba en Roma por primera vez, estudiando en el Centro Experimental de Cine, y viví su calvario con una intensidad inolvidable. La pensión donde dormíamos era en realidad un apartamento moderno a pocos pasos de la Villa Borghese, cuya dueña ocupaba dos alcobas y alquilaba cuartos a estudiantes extranjeros. La llamábamos María Bella, y era guapa y temperamental en la plenitud de su otoño, y siempre fiel a la norma sagrada de que cada quien es rey absoluto dentro de su cuarto. En realidad, la que llevaba el peso de la vida cotidiana era su hermana mayor, la tía Antonieta, un ángel sin alas que le trabajaba por horas durante el día, y andaba por todos lados con su balde y su escoba de jerga lustrando más allá de lo posible los mármoles del piso. Fue ella quien nos enseñó a comer los pajaritos cantores que cazaba Bartolino, su esposo, por el mál hábito que le quedó de la guerra, y quien terminaría por llevarse a Margarito a vivir en su casa cuando los recursos no le alcanzaron para los precios de María Bella.
Nada menos adecuado para el modo de ser de Margarito que aquella casa sin ley. Cada hora nos reservaba una novedad, hasta en la madrugada, cuando nos despertaba el rugido pavoroso del león en el zoológico de la Villa Borghese. El tenor Ribero Silva se había ganado el privilegio de que los romanos no se resintieran con sus ensayos tempraneros. Se levantaba a las seis, se daba su baño medicinal de agua helada y se arreglaba la barba y las cejas de Mefistófeles, y sólo cuando ya estaba listo con la bata de cuadros escoceses, la bufanda de seda china y su agua de colonia personal, se entregaba en cuerpo y alma a sus ejercicios de canto. Abría de par en par la ventana del cuarto, aún con las estrellas del invierno, y empezaba por calentar la voz con fraseos progresivos de grandes arias de amor, hasta que se soltaba a cantar a plena voz. La expectativa diaria era que cuando daba el do de pecho le contestaba el león de la villa Borghese con un rugido de temblor de tierra.
— Eres San Marcos reencarnado, figlio mio –exclamaba la tía Antonieta asombrada de veras—. Sólo él podía hablar con los leones.
Una mañana no fue el león el que dio la réplica. El tenor inició el dueto de amor del Otello: Già nella notte densa s’estingue ogni clamor. De pronto, desde el fondo del patio, nos llegó la respuesta en una hermosa voz de soprano. El tenor prosiguió, y las dos voces cantaron el trozo completo, para solaz del vecindario que abrió las ventanas para santificar sus casas con el torrente de aquel amor irresistible. El tenor estuvo a punto de desmayarse cuando supo que su Desdémona invisible era nada menos que la gran María Caniglia.
Tengo la impresión de que fue aquel episodio el que le dio un motivo válido a Margarito Duarte para integrarse a la vida de la casa. A partir de entonces se sentó con todos en la mesa común y no en la cocina, como al principio, donde la tía Antonieta lo complacía casi a diario con su guiso maestro de pajaritos cantores. María Bella nos leía de sobremesa los periódicos del día para acostumbrarnos a la fonética italiana, y completaba las noticias con una arbitrariedad y una gracia que nos alegraban la vida. Uno de esos días contó, a propósito de la santa, que en la ciudad de Palermo había un enorme museo con los cadáveres incorruptos de hombres, mujeres y niños, e inclusive varios obispos, desenterrados de un mismo cementerio de padres capuchinos. La noticia inquietó tanto a Margarito, que no tuvo un instante de paz hasta que fuimos a Palermo. Pero le bastó una mirada de paso por las abrumadoras galerías de momias sin gloria para formularse un juicio de consolación.
— No son el mismo caso –dijo—. A estos se les nota enseguida que están muertos.
Después del almuerzo Roma sucumbía en el sopor de agosto. El sol de medio día se quedaba inmóvil en el centro del cielo, y en el silencio de las dos de la tarde sólo se oía el rumor del agua, que es la voz natural de Roma. Pero hacia las siete de la noche las ventanas se abrían de golpe para convocar el aire fresco que empezaba a moverse, y una muchedumbre jubilosa se echaba a las calles sin ningún propósito distinto que el de vivir, en medio de los petardos de las motocicletas, los gritos de los vendedores de sandía y las canciones de amor entre las flores de las terrazas.
El tenor y yo no hacíamos la siesta. Íbamos en su vespa, él conduciendo y yo en la parrilla, y les llevábamos helados y chocolates a las putitas de verano que mariposeaban bajo los laureles centenarios de la Villa Borghese, en busca de turistas desvelados a pleno sol. Eran bellas, pobres, cariñosas, como la mayoría de las italianas de aquel tiempo, vestidas de organiza azul, de popelina rosada, de lino verde, y se protegían del sol con las sombrillas apolilladas por las lluvias de la guerra reciente. Era un placer humano estar con ellas, porque saltaban por encima de las leyes del oficio y se daban el lujo de perder un buen cliente para irse con nosotros a tomar un café bien conservado en el bar de la esquina, o a pasear en las carrozas de alquiler por los senderos del parque, o a dolernos de los reyes destronados y sus amantes trágicas que cabalgaban al atardecer en el galoppatorio. Más de una vez les servíamos de intérpretes con algún gringo descarriado.
No fue por ellas que llevamos a Margarito Duarte a la Villa Borghese, sino para que conociera el león. Vivía en libertad en un islote desértico circundado por un foso profundo, y tan pronto como nos divisó en la otra orilla empezó a rugir con un desasosiego que sorprendió a su guardián. Los visitantes del parque acudieron sorprendidos. El tenor trató de identificarse con su do de pecho matinal, pero el león no le prestó atención. Parecía rugir hacia todos nosotros sin distinción, pero el vigilante se dio cuenta al instante de que sólo rugía por Margarito. Así fue: para donde él se moviera se movía el león, y tan pronto como se escondía dejaba de rugir. El vigilante, que era doctor en letras clásicas de la universidad de Siena, pensó que Margarito debió estar ese día con otros leones que lo habían contaminado de su olor. Aparte de esa explicación, que era inválida, no se le ocurrió otra.
— En todo caso –dijo— no son rugidos de guerra sino de compasión.
Sin embargo, lo que impresionó al tenor Ribera Silva no fue aquel episodio sobrenatural, sino la conmoción de Margarito cuando se detuvieron a conversar con las muchachas del parque. Lo comentó en la mesa, y unos por picardía, y otros por comprensión, estuvimos de acuerdo en que sería una buena obra ayudar a Margarito a resolver su soledad. Conmovida por la debilidad de nuestros corazones, María Bella se apretó la pechuga de madraza bíblica con sus manos empedradas de anillos de fantasía.
— Yo lo haría por caridad –dijo—, si no fuera porque nunca he podido con los hombres que usan chaleco.
Fue así como el tenor pasó por la Villa Borghese a las dos de la tarde, y se llevó en ancas de su vespa a la mariposita que le pareció más propicia para darle una hora de buena compañía a Margarito Duarte. La hizo desnudarse en su alcoba, la bañó con jabón de olor, la secó, la perfumó con su agua de colonia personal, y la empolvó de cuerpo entero con su talco alcanforado para después de afeitarse. Por último le pagó el tiempo que ya llevaban y una hora más, y le indicó letra por letra lo que debía hacer.
La bella desnuda atravesó en puntillas la casa en penumbras, como un sueño de la siesta, y dio dos golpecitos tiernos en la alcoba del fondo. Margarito Duarte, descalzo y sin camisa, abrió la puerta.
— Buona sera giovanotto –le dijo ella, con voz y modos de colegiala—. Mi manda il tenore.
Margarito asimiló el golpe con una gran dignidad. Acabó de abrir la puerta para darle paso, y ella se tendió en la cama mientras él se ponía a toda prisa la camisa y los zapatos para atenderla con el debido respeto. Luego se sentó a su lado en una silla, e inició la conversación. Sorprendida, la muchacha le dijo que se diera prisa, pues sólo disponían de una hora. Él no se dio por enterado.
La muchacha dijo después que de todos modos habría estado el tiempo que él hubiera querido sin cobrarle ni un céntimo, porque no podía haber en el mundo un hombre mejor comportado. Sin saber qué hacer mientras tanto, escudriñó el cuarto con la mirada, y descubrió el estuche de madera sobre la chimenea. Preguntó si era un saxofón. Margarito no le contestó, sino que entreabrió la persiana para que entrara un poco de luz, llevó el estuche a la cama y levantó la tapa. La muchacha trató de decir algo, pero se le desencajó la mandíbula. O como nos dijo después: Mi si gelò il culo. Escapó despavorida, pero se equivocó de sentido en el corredor, y se encontró con la tía Antonieta que iba a poner una bombilla nueva en la lámpara de mi cuarto. Fue tal el susto de ambas, que la muchacha no se atrevió a salir del cuarto del tenor hasta muy entrada la noche.
La tía Antonieta no supo nunca qué pasó. Entró en mi cuarto tan asustada, que no conseguía atornillar la bombilla en la lámpara por el temblor de las manos. Le pregunté qué le sucedía. “Es que en esta casa espantan”, me dijo. “Y ahora a pleno día”. Me contó con una gran convicción que, durante la guerra, un oficial alemán degolló a su amante en el cuarto que ocupaba el tenor. Muchas veces, mientras andaba en sus oficios, la tía Antonieta había visto la aparición de la bella asesinada recogiendo sus pasos por los corredores.
— Acabo de verla caminando en pelota por el corredor –dijo—. Era idéntica.
La ciudad recobró su rutina de otoño. Las terrazas floridas del verano se cerraron con los primeros vientos, y el tenor y yo volvimos a la tractoría del Trastévere donde solíamos cenar con los alumnos de canto del conde Carlo Calcagni, y algunos compañeros míos de la escuela de cine. Entre estos últimos, el más asiduo era Lakis, un griego inteligente y simpático, cuyo único tropiezo eran sus discursos adormecedores sobre la injusticia social. Por fortuna, los tenores y las sopranos lograban casi siempre derrotarlo con trozos de ópera cantados a toda voz, que sin embargo no molestaban a nadie aun después de la media noche. Al contrario, algunos trasnochadores de paso se sumaban al coro, y en el vecindario se abrían ventanas para aplaudir.
Una noche, mientras cantábamos, Margarito entró en puntillas para no interrumpirnos. Llevaba el estuche de pino que no había tenido tiempo de dejar en la pensión después de mostrarle la santa al párroco de San Juan de Letrán, cuya influencia ante la Sagrada Congregación del Rito era de dominio público. Alcancé a ver de soslayo que lo puso debajo de una mesa apartada, y se sentó mientras terminábamos de cantar. Como siempre ocurría al filo de la media noche, reunimos varias mesas cuando la tractoría empezó a desocuparse, y quedamos juntos los que cantaban, los que hablábamos de cine, y los amigos de todos. Y entre ellos, Margarito Duarte, que ya era conocido allí como el colombiano silencioso y triste del cual nadie sabía nada. Lakis, intrigado, le preguntó si tocaba el violonchelo. Yo me sobrecogí con lo que me pareció una indiscreción difícil de sortear. El tenor, tan incómodo como yo, no logró remendar la situación. Margarito fue el único que tomó la pregunta con toda naturalidad.
— No es un violonchelo –dijo—. Es la santa.
Puso la caja sobre la mesa, abrió el candado y levantó la tapa. Una ráfaga de estupor estremeció el restaurante. Los otros clientes, los meseros, y por último la gente de la cocina con sus delantales ensangrentados, se congregaron atónitos a contemplar el prodigio. Algunos se persignaron. Una de las cocineras se arrodilló con las manos juntas, presa de un temblor de fiebre, y rezó en silencio.
Sin embargo, pasada la conmoción inicial, nos enredamos en una discusión sobre la insuficiencia de la santidad en nuestros tiempos. Lakis, por supuesto, fue el más radical. Lo único que quedó claro al final fue su idea de hacer una película crítica con el tema de la santa.
— Estoy seguro –dijo— que el viejo Cesare no dejaría escapar este tema.
Se refería a Cesare Zavattini, nuestro maestro de argumento y guión, uno de los grandes de la historia del cine y el único que mantenía con nosotros una relación personal al margen de la escuela. Trataba de enseñarnos no sólo el oficio, sino una manera distinta de ver la vida. Era una máquina de pensar argumentos. Le salían a borbotones, casi contra su voluntad. Y con tanta prisa, que siempre le hacía falta la ayuda de alguien para pensarlos en voz alta y atraparlos al vuelo. Sólo que al terminarlos se le caían los ánimos. “Lástima que haya que filmarlo”, decía. Pues pensaba que en la pantalla perdería mucho de su magia original. Conservaba las ideas en tarjetas ordenadas por temas y prendidas con alfileres en los muros, y tenía tantas que ocupaban una alcoba de su casa.
El sábado siguiente fuimos a verlo con Margarito Duarte. Era tan goloso de la vida, que lo encontramos en la puerta de su casa de la calle Angela Merici, ardiendo de ansiedad por la idea que le habíamos anunciado por teléfono. Ni siquiera nos saludó con la amabilidad de costumbre, sino que llevó a Margarito a una mesa preparada, y él mismo abrió el estuche. Entonces ocurrió lo que menos imaginábamos. En vez de enloquecerse, como era previsible, sufrió una especie de parálisis mental.
— Ammazza! –murmuró espantado.
Miró a la santa en silencio por dos o tres minutos, cerró la caja él mismo, y sin decir nada condujo a Margarito hacia la puerta, como a un niño que diera sus primeros pasos. Lo despidió con unas palmaditas en la espalda. “Gracias, hijo, muchas gracias”, le dijo. “Y que Dios te acompañe en tu lucha”. Cuando cerró la puerta se volvió hacia nosotros, y nos dio su veredicto.
— No sirve para el cine –dijo—. Nadie lo creería.
Esa lección sorprendente nos acompañó en el tranvía de regreso. Si él lo decía, no había ni que pensarlo: la historia no servía. Sin embargo, María Bella nos recibió con el recado urgente de que Zavattini nos esperaba esa misma noche, pero sin Margarito.
Lo encontramos en uno de sus momentos estelares. Lakis había llevado a dos o tres condiscípulos, pero él ni siquiera pareció verlos cuando abrió la puerta.
— Ya lo tengo —gritó—. La película será un cañonazo si Margarito hace el milagro de resucitar a la niña.
— ¿En la película o en la vida? —le pregunté.
Él reprimió la contrariedad. "No seas tonto", me dijo. Pero enseguida le vimos en los ojos el destello de una idea irresistible. "A no ser que sea capaz de resucitarla en la vida real", dijo, y reflexionó en serio:
— Debería probar.
Fue sólo una tentación instantánea, antes de retomar el hilo. Empezó a pasearse por la casa, como un loco feliz, gesticulando a manotadas y recitando la película a grandes voces. Lo escuchábamos deslumbrados, con la impresión de estar viendo las imágenes como pájaros fosforescentes que se le escapaban en tropel y volaban enloquecidos por toda la casa.
— Una noche —dijo— cuando ya han muerto como veinte Papas que no lo recibieron, Margarito entra en su casa, cansado y viejo, abre la caja, le acaricia la cara a la muertecita, y le dice con toda la ternura del mundo: “Por el amor de tu padre, hijita: levántate y anda”.
Nos miró a todos, y remató con un gesto triunfal:
— ¡Y la niña se levanta!
Algo esperaba de nosotros. Pero estábamos tan perplejos, que no encontrábamos qué decir. Salvo Lakis, el griego, que levantó el dedo, como en la escuela, para pedir la palabra.
— Mi problema es que no lo creo —dijo, y ante nuestra sorpresa, se dirigió directo a Zavattini—: Perdóneme, maestro, pero no lo creo.
Entonces fue Zavattini el que se quedó atónito.
— ¿Y por qué no?
— Qué sé yo —dijo Lakis, angustiado—. Es que no puede ser.
— Ammazza! —gritó entonces el maestro, con un estruendo que debió oírse en el barrio entero—. Eso es lo que más me jode de los estalinistas: que no creen en la realidad.
En los quince años siguientes, según él mismo me contó, Margarito llevó la santa a Castelgandolfo por si se daba la ocasión de mostrarla. En una audiencia de unos doscientos peregrinos de América Latina alcanzó a contar la historia, entre empujones y codazos, al benévolo Juan XXIII. Pero no pudo mostrarle la niña porque debió dejarla a la entrada, junto con los morrales de otros peregrinos, en previsión de un atentado. El Papa lo escuchó con tanta atención como le fue posible entre la muchedumbre, y le dio en la mejilla una palmadita de aliento.
— Bravo, figlio mio —le dijo—. Dios premiará tu perseverancia.
Sin embargo, cuando de veras se sintió en vísperas de realizar su sueño fue durante el reinado fugaz del sonriente Albino Luciani. Un pariente de éste, impresionado por la historia de Margarito, le prometió su mediación. Nadie le hizo caso. Pero dos días después, mientras almorzaban, alguien llamó a la pensión con un mensaje rápido y simple para Margarito: no debía moverse de Roma, pues antes del jueves sería llamado del Vaticano para una audiencia privada.
Nunca se supo si fue una broma. Margarito creía que no, y se mantuvo alerta. Nadie salió de la casa. Si tenía que ir al baño lo anunciaba en voz alta: "Voy al baño". María Bella, siempre graciosa en los primeros albores de la vejez, soltaba su carcajada de mujer libre.
— Ya lo sabemos, Margarito —gritaba—, por si te llama el Papa.
La semana siguiente, dos días antes del telefonema anunciado, Margarito se derrumbó ante el titular del periódico que deslizaron por debajo de la puerta: Morto il Papa. Por un instante lo sostuvo en vilo la ilusión de que era un periódico atrasado que habían llevado por equivocación, pues no era fácil creer que muriera un Papa cada mes. Pero así fue: el sonriente Albino Luciani, elegido treinta y tres días antes, había amanecido muerto en su cama.
Volví a Roma veintidós años después de conocer a Margarito Duarte, y tal vez no hubiera pensado en él si no lo hubiera encontrado por casualidad. Yo estaba demasiado oprimido por los estragos del tiempo para pensar en nadie. Caía sin cesar una llovizna boba como el caldo tibio, la luz de diamante de otros tiempos se había vuelto turbia, y los lugares que habían sido míos y sustentaban mis nostalgias eran otros y ajenos. La casa donde estuvo la pensión seguía siendo la misma, pero nadie dio razón de María Bella. Nadie contestaba en seis números de teléfono que el tenor Ribero Silva me había mandado a través de los años. En un almuerzo con la nueva gente de cine evoqué la memoria de mi maestro, y un silencio súbito aleteó sobre la mesa por un instante, hasta que alguien se atrevió a decir:
—Zavattini? Mai sentito.
Así era: nadie había oído hablar de él. Los árboles de la Villa Borghese estaban desgreñados bajo la lluvia, el galoppatoio de las princesas tristes había sido devorado por una maleza sin flores, y las bellas de antaño habían sido sustituidas por atletas andróginos travestidos de manolas. El único sobreviviente de una fauna extinguida era el viejo león, sarnoso y acatarrado, en su isla de aguas marchitas. Nadie cantaba ni se moría de amor en las tractorías plastificadas de la Plaza de España. Pues la Roma de nuestras nostalgias era ya otra Roma antigua dentro de la antigua Roma de los Césares. De pronto, una voz que podía venir del más allá me paró en seco en una callecita del Trastévere:
— Hola, poeta.
Era él, viejo y cansado. Habían muerto cinco Papas, la Roma eterna mostraba los primeros síntomas de la decrepitud, y él seguía esperando. “He esperado tanto que ya no puede faltar mucho más”, me dijo al despedirse, después de casi cuatro horas de añoranzas. “Puede ser cosa de meses”. Se fue arrastrando los pies por el medio de la calle, con sus botas de guerra y su gorra descolorida de romano viejo, sin preocuparse de los charcos de lluvia donde la luz empezaba a pudrirse. Entonces no tuve ya ninguna duda, si es que alguna vez la tuve, de que el santo era él. Sin darse cuenta, a través del cuerpo incorrupto de su hija, llevaba ya veintidós años luchando en vida por la causa legítima de su propia canonización.

* * *


* * *

jueves, 26 de junio de 2014

Compartir ::: Gabriel García Márquez ::: La Santa


***
Translate   /traducir/ Vertaal /  ♪ → → → ► → → →
Terjemahan/μεταφράζω / übersetzen / ♪ → → → ► → → →
переводити/Traduire/ переводить ♪ → → → → → → ►
 ترجم / לתרגם   翻訳する
  ***



Gabriel García Márquez
(Aracataca, Colombia 1928 - México DF, 2014)


La Santa


Veintidós años después volví a ver a Margarito Duarte. Apareció de pronto en una de las callecitas secretas del Trastévere, y me costó trabajo reconocerlo a primera vista por su castellano difícil y su buen talante de romano antiguo. Tenía el cabello blanco y escaso, y no le quedaban rastros de la conducta lúgubre y las ropas funerarias de letrado andino con que había venido a Roma por primera vez, pero en el curso de la conversación fui rescatándolo poco a poco de las perfidias de sus años y volvía a verlo como era: sigiloso, imprevisible, y de una tenacidad de picapedrero. Antes de la segunda taza de café en uno de nuestros bares de otros tiempos, me atreví a hacerle la pregunta que me carcomía por dentro.
—¿Qué pasó con la santa?
—Ahí está la santa –me contestó—. Esperando.
Sólo el tenor Rafael Ribero Silva y yo podíamos entender la tremenda carga humana de su respuesta. Conocíamos tanto su drama, que durante años pensé que Margarito Duarte era el personaje en busca de autor que los novelistas esperamos durante toda una vida, y si nunca dejé que me encontrara fue porque el final de su historia me parecía inimaginable.
Había venido a Roma en aquella primavera radiante en que Pío XII padecía una crisis de hipo que ni las buenas ni las malas artes de médicos y hechiceros habían logrado remediar. Salía por primera vez de su escarpada aldea de Tolima, en los Andes colombianos, y se le notaba hasta en el modo de dormir. Se presentó una mañana en nuestro consulado con la maleta de pino lustrado que por la forma y el tamaño parecía el estuche de un violonchelo, y le planteó al cónsul el motivo sorprendente de su viaje. El cónsul llamó entonces por teléfono al tenor Rafael Ribero Silva, su compatriota, para que le consiguiera un cuarto en la pensión donde ambos vivíamos. Así lo conocí.
Margarito Duarte no había pasado de la escuela primaria, pero su vocación por las bellas letras le había permitido una formación más amplia con la lectura apasionada de cuanto material impreso encontraba a su alcance. A los dieciocho años, siendo el escribano del municipio, se casó con una bella muchacha que murió poco después en el parto de la primera hija. Ésta, más bella aún que la madre, murió de fiebre esencial a los siete años. Pero la verdadera historia de Margarito Duarte había empezado seis meses antes de su llegada a Roma, cuando hubo de mudar el cementerio de su pueblo para construir una represa. Como todos los habitantes de la región, Margarito desenterró los huesos de sus muertos para llevarlos al cementerio nuevo. La esposa era polvo. En la tumba contigua, por el contrario, la niña seguía intacta después de once años. Tanto, que cuando destaparon la caja se sintió el vaho de las rosas frescas con que la habían enterrado. Lo más asombroso, sin embargo, era que el cuerpo carecía de peso.
Centenares de curiosos atraídos por el clamor del milagro desbordaron la aldea. No había duda. La incorruptibilidad del cuerpo era un síntoma inequívoco de la santidad, y hasta el obispo de la diócesis estuvo de acuerdo en que semejante prodigio debía someterse al veredicto del Vaticano. De modo que se hizo una colecta pública para que Margarito Duarte viajara a Roma, a batallar por una causa que ya no era sólo suya ni del ámbito estrecho de su aldea, sino un asunto de la nación.
Mientras nos contaba su historia en la pensión del apacible barrio de Parioli, Margarito Duarte quitó el candado y abrió la tapa del baúl primoroso. Fue así como el tenor Ribero Silva y yo participamos del milagro. No parecía una momia marchita como las que se ven en tantos museos del mundo, sino una niña vestida de novia que siguiera dormida al cabo de una larga estancia bajo la tierra. La piel era tersa y tibia, y los ojos abiertos eran diáfanos, y causaban la impresión insoportable de que nos veían desde la muerte. El raso y los azahares falsos de la corona no habían resistido al rigor del tiempo con tan buena salud como la piel, pero las rosas que le habían puesto en las manos permanecían vivas. El peso del estuche de pino, en efecto, siguió siendo igual cuando sacamos el cuerpo.
Margarito Duarte empezó sus gestiones al día siguiente de la llegada. Al principio con una ayuda diplomática más compasiva que eficaz, y luego con cuantas artimañas se le ocurrieron para sortear los incontables obstáculos del Vaticano. Fue siempre muy reservado sobre sus diligencias, pero se sabía que eran numerosas e inútiles. Hacía contacto con cuantas congregaciones religiosas y fundaciones humanitarias encontraba a su paso, donde lo escuchaban con atención pero sin asombro, y le prometían gestiones inmediatas que nunca culminaron. La verdad es que la época no era la más propicia. Todo lo que tuviera que ver con la Santa Sede había sido postergado hasta que el Papa superara la crisis de hipo, resistente no sólo a los más refinados recursos de la medicina académica, sino a toda clase de remedios mágicos que le mandaban del mundo entero.
Por fin, en el mes de julio, Pío XII se repuso y fue a sus vacaciones de verano en Castelgandolfo. Margarito llevó la santa a la primera audiencia semanal con la esperanza de mostrársela. El Papa apareció en el patio interior, en un balcón tan bajo que Margarito pudo ver sus uñas bien pulidas y alcanzó a percibir su hálito de lavanda. Pero no circuló por entre los turistas que llegaban de todo el mundo para verlo, como Margarito esperaba, sino que pronunció el mismo discurso en seis idiomas y terminó con la bendición general.
Al cabo de tantos aplazamientos, Margarito decidió afrontar las cosas en persona, y llevó a la Secretaría de Estado una carta manuscrita de casi sesenta folios, de la cual no obtuvo respuesta. Él lo había previsto, pues el funcionario que la recibió con los formalismos de rigor apenas si se dignó darle una mirada oficial a la niña muerta, y los empleados que pasaban cerca la miraban sin ningún interés. Uno de ellos le contó que el año anterior había recibido más de ochocientas cartas que solicitaban la santificación de cadáveres intactos en distintos lugares del mundo. Margarito pidió por último que se comprobara la ingravidez del cuerpo. El funcionario la comprobó, pero se negó a admitirla.
—Debe ser un caso de sugestión colectiva –dijo. En sus escasas horas libres y en los áridos domingos de verano, Margarito permanecía en su cuarto, encarnizado en la lectura de cualquier libro que le pareciera de interés para su causa. A fines de cada mes, por iniciativa propia, escribía en un cuaderno escolar una relación minuciosa de sus gastos con su caligrafía preciosista de amanuense mayor, para rendir cuentas estrictas y oportunas a los contribuyentes de su pueblo. Antes de terminar el año conocía los dédalos de Roma como si hubiera nacido en ellos, hablaba un italiano fácil y de tan pocas palabras como su castellano andino, y sabía tanto como el que más sobre procesos de canonización. Pero pasó mucho más tiempo antes de que cambiara su vestido fúnebre, y el chaleco y el sombrero de magistrado que en la Roma de la época eran propios de algunas sociedades secretas con fines inconfesables. Salía desde muy temprano con el estuche de la santa, y a veces regresaba tarde en la noche, exhausto y triste, pero siempre con un rescoldo de luz que le infundía alientos nuevos para el día siguiente.
— Los santos viven en su tiempo propio –decía.
Yo estaba en Roma por primera vez, estudiando en el Centro Experimental de Cine, y viví su calvario con una intensidad inolvidable. La pensión donde dormíamos era en realidad un apartamento moderno a pocos pasos de la Villa Borghese, cuya dueña ocupaba dos alcobas y alquilaba cuartos a estudiantes extranjeros. La llamábamos María Bella, y era guapa y temperamental en la plenitud de su otoño, y siempre fiel a la norma sagrada de que cada quien es rey absoluto dentro de su cuarto. En realidad, la que llevaba el peso de la vida cotidiana era su hermana mayor, la tía Antonieta, un ángel sin alas que le trabajaba por horas durante el día, y andaba por todos lados con su balde y su escoba de jerga lustrando más allá de lo posible los mármoles del piso. Fue ella quien nos enseñó a comer los pajaritos cantores que cazaba Bartolino, su esposo, por el mál hábito que le quedó de la guerra, y quien terminaría por llevarse a Margarito a vivir en su casa cuando los recursos no le alcanzaron para los precios de María Bella.
Nada menos adecuado para el modo de ser de Margarito que aquella casa sin ley. Cada hora nos reservaba una novedad, hasta en la madrugada, cuando nos despertaba el rugido pavoroso del león en el zoológico de la Villa Borghese. El tenor Ribero Silva se había ganado el privilegio de que los romanos no se resintieran con sus ensayos tempraneros. Se levantaba a las seis, se daba su baño medicinal de agua helada y se arreglaba la barba y las cejas de Mefistófeles, y sólo cuando ya estaba listo con la bata de cuadros escoceses, la bufanda de seda china y su agua de colonia personal, se entregaba en cuerpo y alma a sus ejercicios de canto. Abría de par en par la ventana del cuarto, aún con las estrellas del invierno, y empezaba por calentar la voz con fraseos progresivos de grandes arias de amor, hasta que se soltaba a cantar a plena voz. La expectativa diaria era que cuando daba el do de pecho le contestaba el león de la villa Borghese con un rugido de temblor de tierra.
— Eres San Marcos reencarnado, figlio mio –exclamaba la tía Antonieta asombrada de veras—. Sólo él podía hablar con los leones.
Una mañana no fue el león el que dio la réplica. El tenor inició el dueto de amor del Otello: Già nella notte densa s’estingue ogni clamor. De pronto, desde el fondo del patio, nos llegó la respuesta en una hermosa voz de soprano. El tenor prosiguió, y las dos voces cantaron el trozo completo, para solaz del vecindario que abrió las ventanas para santificar sus casas con el torrente de aquel amor irresistible. El tenor estuvo a punto de desmayarse cuando supo que su Desdémona invisible era nada menos que la gran María Caniglia.
Tengo la impresión de que fue aquel episodio el que le dio un motivo válido a Margarito Duarte para integrarse a la vida de la casa. A partir de entonces se sentó con todos en la mesa común y no en la cocina, como al principio, donde la tía Antonieta lo complacía casi a diario con su guiso maestro de pajaritos cantores. María Bella nos leía de sobremesa los periódicos del día para acostumbrarnos a la fonética italiana, y completaba las noticias con una arbitrariedad y una gracia que nos alegraban la vida. Uno de esos días contó, a propósito de la santa, que en la ciudad de Palermo había un enorme museo con los cadáveres incorruptos de hombres, mujeres y niños, e inclusive varios obispos, desenterrados de un mismo cementerio de padres capuchinos. La noticia inquietó tanto a Margarito, que no tuvo un instante de paz hasta que fuimos a Palermo. Pero le bastó una mirada de paso por las abrumadoras galerías de momias sin gloria para formularse un juicio de consolación.
— No son el mismo caso –dijo—. A estos se les nota enseguida que están muertos.
Después del almuerzo Roma sucumbía en el sopor de agosto. El sol de medio día se quedaba inmóvil en el centro del cielo, y en el silencio de las dos de la tarde sólo se oía el rumor del agua, que es la voz natural de Roma. Pero hacia las siete de la noche las ventanas se abrían de golpe para convocar el aire fresco que empezaba a moverse, y una muchedumbre jubilosa se echaba a las calles sin ningún propósito distinto que el de vivir, en medio de los petardos de las motocicletas, los gritos de los vendedores de sandía y las canciones de amor entre las flores de las terrazas.
El tenor y yo no hacíamos la siesta. Íbamos en su vespa, él conduciendo y yo en la parrilla, y les llevábamos helados y chocolates a las putitas de verano que mariposeaban bajo los laureles centenarios de la Villa Borghese, en busca de turistas desvelados a pleno sol. Eran bellas, pobres, cariñosas, como la mayoría de las italianas de aquel tiempo, vestidas de organiza azul, de popelina rosada, de lino verde, y se protegían del sol con las sombrillas apolilladas por las lluvias de la guerra reciente. Era un placer humano estar con ellas, porque saltaban por encima de las leyes del oficio y se daban el lujo de perder un buen cliente para irse con nosotros a tomar un café bien conservado en el bar de la esquina, o a pasear en las carrozas de alquiler por los senderos del parque, o a dolernos de los reyes destronados y sus amantes trágicas que cabalgaban al atardecer en el galoppatorio. Más de una vez les servíamos de intérpretes con algún gringo descarriado.
No fue por ellas que llevamos a Margarito Duarte a la Villa Borghese, sino para que conociera el león. Vivía en libertad en un islote desértico circundado por un foso profundo, y tan pronto como nos divisó en la otra orilla empezó a rugir con un desasosiego que sorprendió a su guardián. Los visitantes del parque acudieron sorprendidos. El tenor trató de identificarse con su do de pecho matinal, pero el león no le prestó atención. Parecía rugir hacia todos nosotros sin distinción, pero el vigilante se dio cuenta al instante de que sólo rugía por Margarito. Así fue: para donde él se moviera se movía el león, y tan pronto como se escondía dejaba de rugir. El vigilante, que era doctor en letras clásicas de la universidad de Siena, pensó que Margarito debió estar ese día con otros leones que lo habían contaminado de su olor. Aparte de esa explicación, que era inválida, no se le ocurrió otra.
— En todo caso –dijo— no son rugidos de guerra sino de compasión.
Sin embargo, lo que impresionó al tenor Ribera Silva no fue aquel episodio sobrenatural, sino la conmoción de Margarito cuando se detuvieron a conversar con las muchachas del parque. Lo comentó en la mesa, y unos por picardía, y otros por comprensión, estuvimos de acuerdo en que sería una buena obra ayudar a Margarito a resolver su soledad. Conmovida por la debilidad de nuestros corazones, María Bella se apretó la pechuga de madraza bíblica con sus manos empedradas de anillos de fantasía.
— Yo lo haría por caridad –dijo—, si no fuera porque nunca he podido con los hombres que usan chaleco.
Fue así como el tenor pasó por la Villa Borghese a las dos de la tarde, y se llevó en ancas de su vespa a la mariposita que le pareció más propicia para darle una hora de buena compañía a Margarito Duarte. La hizo desnudarse en su alcoba, la bañó con jabón de olor, la secó, la perfumó con su agua de colonia personal, y la empolvó de cuerpo entero con su talco alcanforado para después de afeitarse. Por último le pagó el tiempo que ya llevaban y una hora más, y le indicó letra por letra lo que debía hacer.
La bella desnuda atravesó en puntillas la casa en penumbras, como un sueño de la siesta, y dio dos golpecitos tiernos en la alcoba del fondo. Margarito Duarte, descalzo y sin camisa, abrió la puerta.
— Buona sera giovanotto –le dijo ella, con voz y modos de colegiala—. Mi manda il tenore.
Margarito asimiló el golpe con una gran dignidad. Acabó de abrir la puerta para darle paso, y ella se tendió en la cama mientras él se ponía a toda prisa la camisa y los zapatos para atenderla con el debido respeto. Luego se sentó a su lado en una silla, e inició la conversación. Sorprendida, la muchacha le dijo que se diera prisa, pues sólo disponían de una hora. Él no se dio por enterado.
La muchacha dijo después que de todos modos habría estado el tiempo que él hubiera querido sin cobrarle ni un céntimo, porque no podía haber en el mundo un hombre mejor comportado. Sin saber qué hacer mientras tanto, escudriñó el cuarto con la mirada, y descubrió el estuche de madera sobre la chimenea. Preguntó si era un saxofón. Margarito no le contestó, sino que entreabrió la persiana para que entrara un poco de luz, llevó el estuche a la cama y levantó la tapa. La muchacha trató de decir algo, pero se le desencajó la mandíbula. O como nos dijo después: Mi si gelò il culo. Escapó despavorida, pero se equivocó de sentido en el corredor, y se encontró con la tía Antonieta que iba a poner una bombilla nueva en la lámpara de mi cuarto. Fue tal el susto de ambas, que la muchacha no se atrevió a salir del cuarto del tenor hasta muy entrada la noche.
La tía Antonieta no supo nunca qué pasó. Entró en mi cuarto tan asustada, que no conseguía atornillar la bombilla en la lámpara por el temblor de las manos. Le pregunté qué le sucedía. “Es que en esta casa espantan”, me dijo. “Y ahora a pleno día”. Me contó con una gran convicción que, durante la guerra, un oficial alemán degolló a su amante en el cuarto que ocupaba el tenor. Muchas veces, mientras andaba en sus oficios, la tía Antonieta había visto la aparición de la bella asesinada recogiendo sus pasos por los corredores.
— Acabo de verla caminando en pelota por el corredor –dijo—. Era idéntica.
La ciudad recobró su rutina de otoño. Las terrazas floridas del verano se cerraron con los primeros vientos, y el tenor y yo volvimos a la tractoría del Trastévere donde solíamos cenar con los alumnos de canto del conde Carlo Calcagni, y algunos compañeros míos de la escuela de cine. Entre estos últimos, el más asiduo era Lakis, un griego inteligente y simpático, cuyo único tropiezo eran sus discursos adormecedores sobre la injusticia social. Por fortuna, los tenores y las sopranos lograban casi siempre derrotarlo con trozos de ópera cantados a toda voz, que sin embargo no molestaban a nadie aun después de la media noche. Al contrario, algunos trasnochadores de paso se sumaban al coro, y en el vecindario se abrían ventanas para aplaudir.
Una noche, mientras cantábamos, Margarito entró en puntillas para no interrumpirnos. Llevaba el estuche de pino que no había tenido tiempo de dejar en la pensión después de mostrarle la santa al párroco de San Juan de Letrán, cuya influencia ante la Sagrada Congregación del Rito era de dominio público. Alcancé a ver de soslayo que lo puso debajo de una mesa apartada, y se sentó mientras terminábamos de cantar. Como siempre ocurría al filo de la media noche, reunimos varias mesas cuando la tractoría empezó a desocuparse, y quedamos juntos los que cantaban, los que hablábamos de cine, y los amigos de todos. Y entre ellos, Margarito Duarte, que ya era conocido allí como el colombiano silencioso y triste del cual nadie sabía nada. Lakis, intrigado, le preguntó si tocaba el violonchelo. Yo me sobrecogí con lo que me pareció una indiscreción difícil de sortear. El tenor, tan incómodo como yo, no logró remendar la situación. Margarito fue el único que tomó la pregunta con toda naturalidad.
— No es un violonchelo –dijo—. Es la santa.
Puso la caja sobre la mesa, abrió el candado y levantó la tapa. Una ráfaga de estupor estremeció el restaurante. Los otros clientes, los meseros, y por último la gente de la cocina con sus delantales ensangrentados, se congregaron atónitos a contemplar el prodigio. Algunos se persignaron. Una de las cocineras se arrodilló con las manos juntas, presa de un temblor de fiebre, y rezó en silencio.
Sin embargo, pasada la conmoción inicial, nos enredamos en una discusión sobre la insuficiencia de la santidad en nuestros tiempos. Lakis, por supuesto, fue el más radical. Lo único que quedó claro al final fue su idea de hacer una película crítica con el tema de la santa.
— Estoy seguro –dijo— que el viejo Cesare no dejaría escapar este tema.
Se refería a Cesare Zavattini, nuestro maestro de argumento y guión, uno de los grandes de la historia del cine y el único que mantenía con nosotros una relación personal al margen de la escuela. Trataba de enseñarnos no sólo el oficio, sino una manera distinta de ver la vida. Era una máquina de pensar argumentos. Le salían a borbotones, casi contra su voluntad. Y con tanta prisa, que siempre le hacía falta la ayuda de alguien para pensarlos en voz alta y atraparlos al vuelo. Sólo que al terminarlos se le caían los ánimos. “Lástima que haya que filmarlo”, decía. Pues pensaba que en la pantalla perdería mucho de su magia original. Conservaba las ideas en tarjetas ordenadas por temas y prendidas con alfileres en los muros, y tenía tantas que ocupaban una alcoba de su casa.
El sábado siguiente fuimos a verlo con Margarito Duarte. Era tan goloso de la vida, que lo encontramos en la puerta de su casa de la calle Angela Merici, ardiendo de ansiedad por la idea que le habíamos anunciado por teléfono. Ni siquiera nos saludó con la amabilidad de costumbre, sino que llevó a Margarito a una mesa preparada, y él mismo abrió el estuche. Entonces ocurrió lo que menos imaginábamos. En vez de enloquecerse, como era previsible, sufrió una especie de parálisis mental.
— Ammazza! –murmuró espantado.
Miró a la santa en silencio por dos o tres minutos, cerró la caja él mismo, y sin decir nada condujo a Margarito hacia la puerta, como a un niño que diera sus primeros pasos. Lo despidió con unas palmaditas en la espalda. “Gracias, hijo, muchas gracias”, le dijo. “Y que Dios te acompañe en tu lucha”. Cuando cerró la puerta se volvió hacia nosotros, y nos dio su veredicto.
— No sirve para el cine –dijo—. Nadie lo creería.
Esa lección sorprendente nos acompañó en el tranvía de regreso. Si él lo decía, no había ni que pensarlo: la historia no servía. Sin embargo, María Bella nos recibió con el recado urgente de que Zavattini nos esperaba esa misma noche, pero sin Margarito.
Lo encontramos en uno de sus momentos estelares. Lakis había llevado a dos o tres condiscípulos, pero él ni siquiera pareció verlos cuando abrió la puerta.
— Ya lo tengo —gritó—. La película será un cañonazo si Margarito hace el milagro de resucitar a la niña.
— ¿En la película o en la vida? —le pregunté.
Él reprimió la contrariedad. "No seas tonto", me dijo. Pero enseguida le vimos en los ojos el destello de una idea irresistible. "A no ser que sea capaz de resucitarla en la vida real", dijo, y reflexionó en serio:
— Debería probar.
Fue sólo una tentación instantánea, antes de retomar el hilo. Empezó a pasearse por la casa, como un loco feliz, gesticulando a manotadas y recitando la película a grandes voces. Lo escuchábamos deslumbrados, con la impresión de estar viendo las imágenes como pájaros fosforescentes que se le escapaban en tropel y volaban enloquecidos por toda la casa.
— Una noche —dijo— cuando ya han muerto como veinte Papas que no lo recibieron, Margarito entra en su casa, cansado y viejo, abre la caja, le acaricia la cara a la muertecita, y le dice con toda la ternura del mundo: “Por el amor de tu padre, hijita: levántate y anda”.
Nos miró a todos, y remató con un gesto triunfal:
— ¡Y la niña se levanta!
Algo esperaba de nosotros. Pero estábamos tan perplejos, que no encontrábamos qué decir. Salvo Lakis, el griego, que levantó el dedo, como en la escuela, para pedir la palabra.
— Mi problema es que no lo creo —dijo, y ante nuestra sorpresa, se dirigió directo a Zavattini—: Perdóneme, maestro, pero no lo creo.
Entonces fue Zavattini el que se quedó atónito.
— ¿Y por qué no?
— Qué sé yo —dijo Lakis, angustiado—. Es que no puede ser.
— Ammazza! —gritó entonces el maestro, con un estruendo que debió oírse en el barrio entero—. Eso es lo que más me jode de los estalinistas: que no creen en la realidad.
En los quince años siguientes, según él mismo me contó, Margarito llevó la santa a Castelgandolfo por si se daba la ocasión de mostrarla. En una audiencia de unos doscientos peregrinos de América Latina alcanzó a contar la historia, entre empujones y codazos, al benévolo Juan XXIII. Pero no pudo mostrarle la niña porque debió dejarla a la entrada, junto con los morrales de otros peregrinos, en previsión de un atentado. El Papa lo escuchó con tanta atención como le fue posible entre la muchedumbre, y le dio en la mejilla una palmadita de aliento.
— Bravo, figlio mio —le dijo—. Dios premiará tu perseverancia.
Sin embargo, cuando de veras se sintió en vísperas de realizar su sueño fue durante el reinado fugaz del sonriente Albino Luciani. Un pariente de éste, impresionado por la historia de Margarito, le prometió su mediación. Nadie le hizo caso. Pero dos días después, mientras almorzaban, alguien llamó a la pensión con un mensaje rápido y simple para Margarito: no debía moverse de Roma, pues antes del jueves sería llamado del Vaticano para una audiencia privada.
Nunca se supo si fue una broma. Margarito creía que no, y se mantuvo alerta. Nadie salió de la casa. Si tenía que ir al baño lo anunciaba en voz alta: "Voy al baño". María Bella, siempre graciosa en los primeros albores de la vejez, soltaba su carcajada de mujer libre.
— Ya lo sabemos, Margarito —gritaba—, por si te llama el Papa.
La semana siguiente, dos días antes del telefonema anunciado, Margarito se derrumbó ante el titular del periódico que deslizaron por debajo de la puerta: Morto il Papa. Por un instante lo sostuvo en vilo la ilusión de que era un periódico atrasado que habían llevado por equivocación, pues no era fácil creer que muriera un Papa cada mes. Pero así fue: el sonriente Albino Luciani, elegido treinta y tres días antes, había amanecido muerto en su cama.
Volví a Roma veintidós años después de conocer a Margarito Duarte, y tal vez no hubiera pensado en él si no lo hubiera encontrado por casualidad. Yo estaba demasiado oprimido por los estragos del tiempo para pensar en nadie. Caía sin cesar una llovizna boba como el caldo tibio, la luz de diamante de otros tiempos se había vuelto turbia, y los lugares que habían sido míos y sustentaban mis nostalgias eran otros y ajenos. La casa donde estuvo la pensión seguía siendo la misma, pero nadie dio razón de María Bella. Nadie contestaba en seis números de teléfono que el tenor Ribero Silva me había mandado a través de los años. En un almuerzo con la nueva gente de cine evoqué la memoria de mi maestro, y un silencio súbito aleteó sobre la mesa por un instante, hasta que alguien se atrevió a decir:
—Zavattini? Mai sentito.
Así era: nadie había oído hablar de él. Los árboles de la Villa Borghese estaban desgreñados bajo la lluvia, el galoppatoio de las princesas tristes había sido devorado por una maleza sin flores, y las bellas de antaño habían sido sustituidas por atletas andróginos travestidos de manolas. El único sobreviviente de una fauna extinguida era el viejo león, sarnoso y acatarrado, en su isla de aguas marchitas. Nadie cantaba ni se moría de amor en las tractorías plastificadas de la Plaza de España. Pues la Roma de nuestras nostalgias era ya otra Roma antigua dentro de la antigua Roma de los Césares. De pronto, una voz que podía venir del más allá me paró en seco en una callecita del Trastévere:
— Hola, poeta.
Era él, viejo y cansado. Habían muerto cinco Papas, la Roma eterna mostraba los primeros síntomas de la decrepitud, y él seguía esperando. “He esperado tanto que ya no puede faltar mucho más”, me dijo al despedirse, después de casi cuatro horas de añoranzas. “Puede ser cosa de meses”. Se fue arrastrando los pies por el medio de la calle, con sus botas de guerra y su gorra descolorida de romano viejo, sin preocuparse de los charcos de lluvia donde la luz empezaba a pudrirse. Entonces no tuve ya ninguna duda, si es que alguna vez la tuve, de que el santo era él. Sin darse cuenta, a través del cuerpo incorrupto de su hija, llevaba ya veintidós años luchando en vida por la causa legítima de su propia canonización.





* * *

▶ Orientación Espiritual Su frecuencia es más necesaria que nunca junio 24 - SIENDO ARCTURIANO - Parte V ::: sharing


***
Translate   /traducir/ Vertaal /  ♪ → → → ► → → →
Terjemahan/μεταφράζω / übersetzen / ♪ → → → ► → → →
переводити/Traduire/ переводить ♪ → → → → → → ►
 ترجم / לתרגם   翻訳する
  ***


▶ Orientación Espiritual Su frecuencia es más necesaria que nunca junio 24 - YouTube



* * *

Bookmark the permalink.
Spiritual Guidance: Your Frequency is Needed More Than Ever
Jun24 by Wes Annac


 
 
Conveyed through Wes Annac, The Culture of Awareness
You can each tap into the soul-level guidance being happily and lovingly sent your way from the higher realms, and in doing so, you’ll see that you have nothing to worry about or be in concern over.

The mind works very hard to convince you that you should constantly stress and worry about finite things of unimportance, but to listen to it is to hold yourselves back and keep yourselves from unlocking the greater spiritual truths and revelations that your higher selves and guides have been waiting for you to unlock.

Understanding that you’re infinite souls who have the potential to completely transform the backward manner in which your society has and continues to function will open you up to your divinity and help you see your lives in all new ways, and you’re given a wealth of assistance with understanding and acting on this truth.

Your higher selves, guides, and the rest of the Company of Heaven work with you to help you understand your immense value and the incredible things you’re on your planet to do. You’re endlessly encouraged to empower yourselves with an understanding of your divinity, because if you don’t, nobody will.
Pure and Potent Work

If you don’t let yourselves understand just how powerful you are and just how able you are to change your planet, the rest of humanity will have a much more difficult time doing so than if you opened up and started helping them. Nobody can force you to recognize your power or divinity, and you don’t even need to force yourselves to.

All you need to do is settle into the realization and flow from there with as much divinely inspired work as possible. One of your purposes on the earth is to help as many others become aware of spirit as you can, and producing pure and potent work that comes from the heart is one of the best ways to do this.

Letting your hearts flow with the energy that translates into the work you do to help others become aware will increase the purity of this work, whereas working rigidly and sternly from the mind will distort your creations and make them harder to bring through.

Every act of creativity is really an act of flowing spiritual inspiration, and what we mean is that every creative thing you seek to do requires the divine, spiritually inspired flow. You can only do so much if you keep yourselves in a shallow, uninspired place, and you’re encouraged to inspire yourselves with projects and creative works that fill you with passion and the readiness to contribute to your new earth.

A lot of seekers think your new earth will require strenuous physical labor, but this isn’t so. Your new earth will require the difficult inner changes that a growing number of seekers are beginning to make, and there won’t be as much physical labor involved as there will be spiritual.

We’ve said this in the past, and we’ll continue to repeat it as long as the seekers who haven’t heard some of the things we’ve told you keep discovering our communications.

We repeat things for the purpose of helping newcomers understand them, and we can say something one day, only to find that our readership grew immensely the next. For this and plenty of other reasons, we repeat certain facts in an effort to get them out there as much as we can.

We have a lot to share with you, and you can pick up on our impressions within if you feel led to do so. We don’t discourage reading channeled messages, but the messages you read on the internet won’t ‘feel’ nearly as good as the messages you can receive from your soul self.

The higher selves and guides of each of you communicate with you in every moment, and all you need to do is open up to this communication to experience it and its greatest benefits.

You don’t need any physical labor or effort to connect with our energies and impressions, and in fact, subduing and moving beyond the influence of the mental, physical self is important if you want to connect with us in a real and pure way.

All you need to do is attune, dearest souls. All you need to do is live in love as much as you can, at the time of channeling and at all times, and the flow you seek will be there. You can each connect with spirit and enjoy the greater perception that results, and the more you seek to connect, the greater and purer your connection will become.

Those of you who are particularly interested in using your connection to help the conscious public can start picking up on us and publishing the resulting messages to your internet, and in doing so, you could potentially reach millions of fellow seekers who resonate with your messages and appreciate the vast library of material that’s available from every channel.
All Throughout History

We’ve spoken with humanity all throughout your history, and in various centuries and time periods, seekers have channeled us in hopes of gaining a greater glimpse into the mechanics of the universe and the higher dimensions you’re growing back into.

We happily offer our advice and energy to anyone who wants to pick up on us, and many seekers read our messages for a while before eventually connecting with us within. One of the main purposes of our communication with humanity is to help you pick up on us within and start channeling us – not necessarily publicly, but for your personal benefit.

You don’t have to publish any communications you channel from your higher self and guides, but opening up to the endless energy and information you’re being given will help you along your quest for enlightenment in myriad ways.

We encode our communications with a greater amount and purity of energy each time we speak through this or any other scribe, but you can only receive so much of this energy when you read our messages on the internet.

The best way to receive it is to connect with us within and, if you feel led to do so, use that connection to help others, and whether or not you help others with your connection, it’ll still help you immensely and make your ascension process much easier and more enjoyable to navigate.

Your process will become easier because you’ll realize that you have a constant link to the other side that you can pick up on and receive flowing energy and advice from. Nobody on your planet is excluded from the ability to pick up on the energies and impressions of the higher realms, and to convince yourselves otherwise is to keep yourselves from acting on your true potential.

Your potential as awakening starlights is much grander than we could express, and we’re doing everything we can to help you see and act on it so you can start helping others see and act on theirs.

Attuning to the constant stream of energy and advice you’re being given is only one of many ways you can act on your potential and start helping others, but a growing number of seekers are feeling led to channel our energies and impressions for the benefit of the conscious public and we certainly won’t turn these souls away.

Instead, we’ll happily connect with them and deliver every bit of flowing energy they desire, and we’ll encourage them and every other scribe to keep their channels open as much and as often as possible.

In doing so, you bring through increasingly pure energy that activates the minds and hearts of various souls on your planet, some of whom you would’ve never expected to awaken, and this energy is essential to the evolution of all of humanity.

If they wanted to, most of the conscious public could raise their vibration and ascend right away from the surface of your planet. Some seekers have, and they’ve made their way back to your planet to help humanity become aware of spirit in a greater way than they were before they experienced their ascension and came back.

The reason many seekers haven’t yet raised their vibration into the fifth dimension is because of the density accompanying your collective consciousness, which keeps them from doing so if they let it, as well as their conscious and subconscious desire to remain on your planet and help others evolve.

The density of your collective consciousness keeps many awakening seekers from reaching a vibration so pure that they can’t exist on your surface anymore, and likewise, many seekers have chosen to be on your earth for as long as they can before their vibration reaches too pure of a level and they ‘vanish’ from your surface.

Of course, they wouldn’t really ‘vanish’, but it’d seem as if they did because they’d be in a much higher and purer state of consciousness – a state of consciousness that’s unperceivable with human eyes.
The Glimpses You’re Able to Have

The physical body as it exists on your planet can’t exist in the higher realms (unless you choose to experience higher-dimensional life in a crystalline body), and likewise, a fifth and sixth-dimensional light/crystalline body can’t exist on your planet because its vibration is too high and it’d awe and amaze humanity too much.

The terms ‘awe and amaze’ don’t do justice to what a fifth or sixth-dimensional form would look like to humanity, and most people wouldn’t be able to un-see what they witnessed and would be very confused and set back as a result.

You can’t perceive anything you aren’t ready to perceive, and if you aren’t ready to see the glorious splendor of a higher-dimensional light body, you won’t. You will eventually, when your consciousness reaches the vibration where you’ll be comfortable witnessing it, but for now, you’ll have to be content with the glimpses you’re able to have into spirit.

We hope to offer as many of these glimpses as we can, and we hope to help all of you understand what the higher realms are like, even though they’re impossible to perceive from your perspective.

We can still offer you glimpses and insights into what these realms are like, but one of the reasons we communicate with you is to help you refine and lighten your vibration and sharpen your perceptual understanding so you can eventually reach these realms without feeling overwhelmed.

We want you to be ready and willing to re-reach the higher realms, and if you were to see something that’s too far outside your established paradigm, you wouldn’t be able to enjoy the higher realms when you eventually made your way here.

Some of the more intense and amazing things that wait for you to witness them would be traumatizing to see from a third-dimensional point of view, and this is why we encourage you to work on lightening your vibration before delving too deeply into what the higher states of consciousness you’re reentering will be like.

The fourth dimension is much easier to perceive from a third-dimensional point of view than the fifth, and it’s still revolutionary and amazing to most of the souls who experience it. There are etheric wonders in the fourth dimension that are comprised entirely of spiritual matter, and there’s far, far less physicality than there is on the third-dimensional earth.

The first, second, and third dimensions contain the greatest amount of density and physicality, but first and second-dimensional souls still incarnate into their positions with an understanding of spirit. Many plants and animals are fully aware of spirit, and in some cases, they attempt to telepathically communicate with humanity and help you discover the divine wonders that sit all around.

Cats especially are endowed with a greater spiritual perception, but some cats are rooted in the perception of fourth density-negative. This can account for the particularly violent, angry, and territorial behavior some cats have come to be known for, but these traits don’t need to speak for the cat kingdom by far.

Cats are very ancient and spiritual creatures, and there’s a reason so many people, especially people who want to nurture and help something grow, are drawn to them. Cats who are aligned and attuned with the higher fourth-dimensional realms are, by their very nature, loving and compassionate beings, and many cats can and do attempt to telepathically communicate with their owners.
Limitless Receivers

You can communicate with the plant and animal kingdoms if you’re interested in doing so, because you’re limitless receivers of the wisdom and energy of every facet of consciousness around you and beyond.

You’re beautiful, spiritual beings who are comprised of pure Source energy, and realizing this is essential to finding and acting on your greater perception when the inspiration you seek runs dry. Inspiration never has to run dry in reality, but if you convince yourselves you’re limited beings who can’t fill yourselves back up to the brim with spiritual energy and inspiration, you’ll create this reality because you create what you empower.

If you empower the idea that you can constantly fill yourself with energy and produce pure and potent works as a result, then this is the reality you’ll manifest. Some creative people are involved in things that drain their natural energy, but they can replenish it if they choose and continue to be as creative and productive as they want to be.

Even when you’re in your most tired frame of mind and your physical body seems to have no energy left, you can fill yourselves with waves of spiritual energy. It might not translate very well if your physical body’s too tired, but it’ll be there nonetheless, waiting to be picked up on and used for a creative or progressive purpose.

As long as you can enjoy yourselves and your existence on the earth, everything else you seek to do will be done purely and naturally. Channeling is one of the most natural creative pursuits one can open up to, because again, you really don’t need to do anything except open up, be receptive, and attune to the energy and advice we’re offering.

You open up to a deeper part of yourself when you channel any entity or collective, and like we’ve said in the past, you connect with your higher self when you connect with a famous celestial entity who delivers information and energy that are intended to uplift.

You connect with the beings you intend to connect with, but your higher self plays a much bigger role in the process than many seekers realize. Your higher self does a lot for you when it comes to channeling, and directly channeling this entity is one of the greatest and most help things you can do for yourself, because your higher self knows you better than you know yourself.

This is because your higher self has already been you; has already experienced the things you’re experiencing and now exists in a higher state of consciousness, helping you find your way back to the fifth and sixth dimensions.

Attuning to the guidance of your higher self will help those of you who feel as if you have no greater or direct link to the higher realms, and we’ll make our final expressions for this communication with the reminder that your abilities are as limitless as you’re beginning to rediscover you are.

If you wanted to, you could work day and night, using your natural, creative energy to help others tap into the creative source that produces everything a spiritually inspired seeker brings into form. We don’t encourage burning yourselves out, but we absolutely encourage working as hard as you can to help others become aware and using the resulting greater perception to do even more.

You’re on the earth to help others as much as you can, so feel free to increase your work more than you would’ve ever thought possible. The idea of burning yourselves out is slightly illusory, but there’s truth to the idea that you have to let yourselves rest every now and then to replenish the natural energy you carry within.

Soon enough, this energy will be replenished constantly and everything you seek to do will be done easily, but for now, pace yourselves while doing everything you can to raise consciousness and awareness. Your frequency is needed more than ever, and you can use it to uplift yourselves and the rest of your planet if you feel inclined to do so.

You’ll be given more love and assistance than your evolving minds and hearts can currently handle if you do, and your flow will strengthen into eternity as you continue acting on it and making sure it never decreases.

Thank you to my higher self and spiritual guides.

(Permission is given to spread this post far and wide, as long as the following bio is included.)

I’m a 21 year old awakening seeker and creator of The Culture of Awareness daily news site.

The Culture of Awareness features daily spiritual and alternative news, as well as articles I’ve written and more. Its purpose is to awaken and uplift by providing mateial that’s spiritually inspired and/or related to the fall of the planetary elite and our entrance into a positive future.

I can also be found at Conscious Oneness, The Golden Age of Gaia, Lightworkers.org, Ashtar Command Crew, Facebook (Wes Annac and The Culture of Awareness), and Twitter.

 
* * *
***
Translate   /traducir/ Vertaal /  ♪ → → → ► → → →
Terjemahan/μεταφράζω / übersetzen / ♪ → → → ► → → →
переводити/Traduire/ переводить ♪ → → → → → → ►
 ترجم / לתרגם   翻訳する
  ***




PARTE V


27 de enero del 2012


LA MENTE QUE RESPIRA


Queridas Expresiones en Tierra de nuestro UNO,


Por favor recuerden que la mente se contrae y expande a medida que se usa. Su mente se contrae cuando piensan de una manera tridimensional, pero se expande cuando piensan de forma multidimensional. Pueden realmente sentir la diferencia. Piensen sobre un deber tridimensional u obligación… Pueden sentir cómo su cara y su cuerpo se contrae?...


Ahora piensen sobre una experiencia multidimensional. Comiencen con una experiencia que parecer ser tridimensional pero que abraza la naturaleza multidimensional…


Sientan cómo se relajan. De hecho, pueden sentirse inclinados a tomar una larga exhalación.


Es la obligación puesta en ustedes por la ilusión de otros, así como línea de tiempo que debe cumplirse que crea la constricción del pensamiento tridimensional. Por otro lado, el pensamiento multidimensional, que también incluye sus responsabilidades 3 D, le permite a su conciencia una perspectiva más elevada y un lugar interior para relajarse.


Inhalen al pensar de forma tridimensional y sientan cómo su mente se contrae…Piensen en las cuentas que tiene que pagar y cómo se contrae su mente…


Ahora exhalen y piensen multidimensionalmente y sientan cómo se expande su mente…
Piensen en una visita de un Ser de Luz y sientan cómo su mente se expande…


Sigan estos pensamientos multidimensionales a medida que los llevan en un viaje cósmico hacia lo desconocido. Sin embargo, esto desconocido es lo “bien conocido” para las elevadas expresiones de su SER que están disfrutando las ondas dimensionales de la realidad más allá de la ilusión del tiempo. Sientan cómo estas ondas de pensamientos se mueven arriba y abajo a medida que ondulan a través de la mente. Pronto estas ondas de pensamiento no pueden más ser encapsuladas en su pequeño cerebro y deben aventurarse fuera:


En la Mente Colectiva de toda la Humanidad…
Luego en la Mente Planetaria de Gaia…
Y en la Mente Galáctica de la Vía Láctea…
Luego ellas se remontan en la Mente Universal del Universo Local…
Y se instalan en la Mente Cósmica de Todo lo que ES…


A medida que siguen estas Ondas mentales extraen información de las moléculas de realidad a través de las cuales ustedes han viajado. Sientan esas moléculas mientras las vuelven a visitar:


La Mente Colectiva de la Humanidad…
La Mente Planetaria de Gaia…
La Mente Galáctica de la Vía Láctea…
La Mente Universal del Universo Local…
La Mente Cósmica de Todo lo que Es…


Al volver a visitar estas grandes Mentes, su mente se expande en pura conciencia. Conciencia sin el estorbo de ninguna clase de encasillamiento, como el cerebro o hasta su mente. Su conciencia personal está relacionada con su actual encarnación. Por el contrario, su conciencia multidimensional se entremezcla con la "respiración" de los seres que NO han tenido modo de realización de milenio o en algunos casos, nunca han tenido una forma. A medida que permiten a su conciencia entremezclarse con estas no formas, Seres que nunca han conocido limitaciones, pueden sentir su energía fluyendo a través suyo como una brisa tibia.


A medida que respiran en esta conciencia, las memorias de vidas tras vidas son llevadas a la superficie de su conciencia de manera que puedan ustedes tomar sus regalos y liberarlas con su exhalación. NO junten estas memorias, porque los ligan al modelo dualístico de la realidad, que ahora ustedes están liberando. Por lo tanto, exhalen todas esas imágenes, sentimientos y pensamientos en el campo colectivo de energía que han experimentado en muchas vidas tridimensionales. Estas memorias que se desvanecen son lavadas en las costas del UNO Fuente , para disfrutar sus innumerables experiencias de encarnación.


Con la liberación , su conciencia se expande aún más y encuentran que están entre los que han supervisado muchas encarnaciones. Sienten su gran conciencia mezclarse con las suyas, a medida que flotan a través de un infinito océano de luz. En esta mezcla, ustedes reciben imágenes, pensamientos y emociones de sus innumerables encarnaciones en las realidades superiores. No tratan de contener estas sensaciones, las dejan fluir a través de su conciencia como la luz del atardecer entre de los árboles.

Los “árboles” representan sus varias encarnaciones dimensionales elevadas y la luz es el campo de energía, el cual fluye a través de cada experiencia permitiéndoles compartir su realidad con el UNO. El UNO respira en sus innumerables experiencias y las comparte con la conciencia de Todo Lo que Es. De esta manera, todas las respiraciones vitales son como un gran Ser que inhala las realidades de su creación y habita cada experiencia con su exhalación cósmica. Se dan cuenta ahora como TODA la realidad es UN Ser que respira con infinitas experiencias personales? Cada persona física, lugar o cosa sirve como Portal mediante el cual el UNO experimenta los mundos de la forma.

De regreso en la tercera dimensión, en un pequeño planeta llamado Tierra en el Sistema Solar y la Galaxia conocida como Vía Láctea, una luz se está expandiendo más allá del planeta más allá del Sistema Solar y más allá de la Galaxia. Una pequeña luz que una vez era limitada a una forma de arcilla, se ha liberado de su confinamiento y se dispara más allá de todo lo que la constreñía. Esta pequeña luz se junta a muchas otras luces similares para formar un brillo. A medida que más y más luces son liberadas de su confinamiento, el brillo comienza a ser un gran faro de luz que guía otras pequeñas luces a ser libres de sus formas de baja frecuencia.


Gradualmente, las frecuencias de separación se mezclan con las frecuencias de unidad para crear un Flujo de Ascensión que se vuelve irresistible. Incluso aquellos que han estado atrapados en las ilusiones del tiempo y la separación por milenios están despertando a este Constante Flujo de Amor Incondicional. Un océano de luz está elevándose, ya que todo lo que estaba separado esta retornando a lo que es UNO. El UNO está llamando sus voluntarios a Casa en su SER. Ustedes han servido al UNO creando nuevas realidades, las cuales contribuyen al UNO a su retorno.
Mientras el Océano de Luz fluye de regreso a su fuente, lo que no puede ser incorporado en la nueva onda de realidad es liberado.


Que necesitarán liberar para unirse a esta onda? Qué necesitarán liberar para respirar el Aliento Cósmico y ser UNO con las riberas de su nueva realidad? Estas preguntas sólo pueden ser respondidas desde lo profundo de su Conocimiento Interior. Están en el proceso de elegir liberar lo que ha sido dejado atrás, lo que les ha hecho sufrir. La elección puede parecer clara, pero el sufrimiento ha sido su mejor amibo. Cuando sufrían eran una “buena persona”. Ustedes NO eran aquellos que hacían sufrir “ a otros”. En efecto, pelearon contra aquellos que crearon sufrimiento. Pero ahora, ustedes son UNO. Son UNO con el sufrimiento y con aquellos que lo crearon.


Pueden liberar aquel sufrimiento y recordar el sentimiento de la Luz a medida que los nutre, informa, protege y expande su conciencia? El sufrimiento los ata a lo que temen. Para ser libres del sufrimiento , deben liberar lo que les ata liberando TODOS los miedos. Si, miedo y sufrimiento han sido sus mejores amigos. Les han dicho que son buenas personas y que están tratando durante de ser mejores.


Pero ahora ustedes SABEN que siempre fueron mejores y buenos. En efecto, saben que los términos “bueno” y “mejor”, y hasta el término “sufrimiento” son TODOS ilusiones de la realidad que ha llegado a su completud. Pueden elegir liberarse de todo el miedo y SENTIR la Luz a medida que fluye a través suyo con cada respiración? Esta elección suena como una solución simple, pero el miedo y el sufrimiento han sido su “ roja insignia de valor” por la mayoría de sus encarnaciones terrestres. Cómo liberan aquello que los ha hecho buenos?....


By Suzzane Lie.PhD


http://suzanneliephd.blogspot.com/


Traducción al español para Memorias de Arcturus - Shanti

( Por favor respete los créditos)
Publicado 3rd February 2012 por Juan Pablo
Etiquetas: despertarexpansión multidimensional de la concienciamente cosmicamente galácticamente planetariasiendo arcturiano


* * *

* * *