lunes, 6 de enero de 2014

share: krulians: - MANIFIESTO Appellatio Fraternitatis Rosae Crucis 1614 - 2014, NOTAS AL BORDE DEL CORREDOR ARCTURIANO

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MANIFIESTO
Appellatio
Fraternitatis Rosae Crucis
1614 - 2014
¡Salutem Punctis Trianguli!

 
En 1614, los Rosacruces salieron de su anonimato publicando la
«Fama Fraternitatis». Cuatro siglos más tarde, nosotros, diputados del Consejo Supremo de la Antigua y Mística Orden de la Rosa-Cruz, realizamos una llamada a los hombres y mujeres de buena voluntad,a fin de que se unan a nosotros para trabajar en la reconciliación de la humanidad consigo misma, con la naturaleza y con lo Divino. Por esta razón hacemos pública esta «Appellatio» bajo los auspicios de la espiritualidad, el humanismo y la ecología...
Espiritualidad
Humanismo
Ecología
R+C
¡Que así sea!
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Antiquus Mysticusque Ordo Rosae Crucis
MANIFIESTO
Appellatio
Fraternitatis Rosae Crucis
R+C
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Primera edición: Enero de 2014
Todos los derechos reservados.
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Querido lector:

En 1614, hace ahora cuatrocientos años, una misteriosa
Fraternidad se dio a conocer casi al mismo tiempo en Alemania, Francia e Inglaterra, con la publicación de un Manifiesto titulado
«Fama Fraternitatis Rosae Crucis». 
 
En aquella época, este texto suscitó numerosas reacciones, especialmente entre los pensadores, filósofos y responsables de las religiones del momento, en particular los de la Iglesia Católica. De manera general, este Manifiesto llamaba a una Reforma Universal, tanto en el campo religioso como en el político, filosófico, científico, económico, etc. 
 
Según la opinión de los historiadores, la situación entonces era caótica en muchos países de Europa, hasta el punto de que se hablaba abiertamente de
«crisis europea».
 
Recordemos que la «Fama Fraternitatis» fue seguida por otros dos Manifiestos: la «Confessio Fraternitatis»
y «Las Bodas Químicas de Christian Rosenkreutz», publicadas respectivamente en 1615 y 1616. 
 
Los autores de estos tres Manifiestos se proclamaban miembros de la Fraternidad Rosacruz y pertenecientes a un círculo de místicos conocido bajo el nombre de «Círculo de Tübingen». Todos ellos eran apasionados del hermetismo, la alquimia y la cábala. Unos años más tarde, en 1623, esta Fraternidad se dio a conocer todavía más al pegar en las calles de París, un enigmático cartel: «Nosotros, Diputados del Colegio principal de la Rosa-Cruz, tomamos morada
visible e invisible en esta ciudad por la gracia del Altísimo...». El objetivo de esta
«Appellatio» no es exponer la historia
de los Rosacruces ni sus enseñanzas. Por medio de ella, deseamos más bien conmemorar el cuarto centenario de la publicación de la «Fama Fraternitatis», Manifiesto fundador de la Orden de la Rosa-
Cruz en el plano histórico. Si precisamos «histórico», es porque en el plano tradicional, esta Orden tiene sus orígenes en las Escuelas de los Misterios del antiguo Egipto, durante la XVIIIª dinastía. Michaël
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Maier, célebre Rosacruz del siglo XVII, declaró además en una de sus obras:
«Nuestros orígenes son egipcios, brahmánicos, procedentes de los misterios de Eleusis y de Samotracia, de los Magos de Persia, de los Pitagóricos y de los Árabes».
Fieles a nuestra Tradición, en 2001 publicamos un Manifiesto titulado
«Positio Fraternitatis Rosae Crucis», en el cual dimos a conocer nuestra posición sobre el estado de la humanidad, especialmente a través de sus principales campos de actividad: la economía, la política, la tecnología, la ciencia, la religión, la moral,
el arte, etc., sin olvidar su situación desde el punto de vista ecológico. Este Manifiesto, que algunos historiadores sitúan en la línea de los tres precedentes, ha sido leído por millones de personas en todo el mundo y para muchas de ellas ha constituido una base de reflexión y meditación. En algunos países, se ha recomendado su lectura a los
estudiantes; en otros, se ha puesto a disposición del público en las bibliotecas municipales y nacionales, sin hablar de todos aquellos y aquellas que lo han leído a través de Internet.
Cuatro siglos después de la «Fama» y trece años después de la «Positio», hemos considerado necesario hacernos eco de nuevo de nuestras preocupaciones respecto a la humanidad. En efecto, el tiempo pasa, pero el futuro que se perfila de década en década y de año en año sigue siendo muy preocupante. La «crisis», como se la llama comúnmente, parece haberse instalado de forma permanente en muchos países. Sin embargo, no somos pesimistas en cuanto
al futuro, y aún menos apocalípticos. En las
«Profecías de los Rosacruces», publicadas en diciembre de 2011, se puede leer además
a este respecto: «Somos optimistas en cuanto el futuro... Más allá de las apariencias, el período turbulento que atravesamos constituye un “paso obligado” que debería permitir a la humanidad trascenderse a sí misma y renacer».
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Al igual que la «Positio», la «Appellatio»
no se dirige a una élite, sea cual sea, sino a todos aquellos y aquellas que tengan
conocimiento de su publicación y se tomen el tiempo de leerla. Algunos tal vez la juzgarán algo alarmista, otros más bien utópica. Con toda seguridad, no es ni dogmática ni ideológica. A través de ella,
simplemente queremos expresar ideas que no son nuevas ni originales en sí mismas, especialmente para los Rosacruces, pero que a nuestro modo de ver, merecen más que nunca una reflexión. En realidad, deseamos lanzar una llamada a la espiritualidad, al humanismo y a la ecología, ya que desde nuestro punto de vista son las condiciones
para que la humanidad se regenere en todos los planos y conozca la felicidad a la que aspira.
El Consejo Supremo de la AMORC.
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UNA LLAMADA A LA ESPIRITUALIDAD
En nuestra opinión, la crisis que hace estragos en muchos países, por no decir en todos, no es solamente social, económica y financiera. Esas son las consecuencias de una crisis de la civilización, en el sentido global del término. Dicho de otro modo, es la humanidad como tal la que está en crisis. Pero ¿qué tipo de crisis? Aunque
hayamos respondido en parte a esta pregunta en la «Positio», nos
parece necesario retomarla y precisar nuestro pensamiento. Según nuestra filosofía y nuestros ideales, consideramos que se trata deun deber que nos incumbe como Rosacruces y como ciudadanos.
En este aspecto, y contrariamente a lo que se ha podido decir de nosotros, la importancia que concedemos a la espiritualidad nunca
ha ocultado el interés que concedemos al aspecto material, ya que
el fin último de nuestra búsqueda ha sido desde siempre adquirir la maestría de la vida.
En primer lugar, pensamos que la humanidad se encuentra sumida en una crisis de espiritualidad. Según nuestra opinión, esto
se debe a dos causas principales: las grandes religiones establecidas desde hace varios siglos ya no responden a las cuestiones existenciales que se plantean las mujeres y los hombres de nuestra época. Su
doctrina y su moral ya no son adecuadas, lo que explica porqué se
dejan de lado cada vez más, no sin crear un gran vacío espiritual
que muchas personas ni siquiera tratan de llenar. Paralelamente, en
los países llamados desarrollados, la sociedad se ha vuelto cada vez
más materialista, en el sentido de que impulsa a la gente a buscar
el bienestar a través de las posesiones materiales y el consumo a
ultranza. Esta tendencia ha incrementado considerablemente el poder
del dinero y ha pervertido su uso. De ser un medio, se ha convertido
en un fin en sí mismo, algo que se desea poseer como tal, cuando no
es nada en sí mismo.
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natural ni normal aspirar a ser pobre. Por otra parte, el hecho de estar
desamparados material o económicamente no nos hace mejores en
el plano humano y no es un criterio de elevación espiritual, como
tampoco lo es el hecho de ser rico.
A nuestro modo de ver, la felicidad a la que los seres humanos
aspiran más o menos conscientemente reside en un equilibrio entre lo
material y lo espiritual, y no en la exclusión de uno u otro. Por esta
razón todo individuo que se consagre únicamente a la espiritualidad,
hasta el punto de privarse de los placeres legítimos de la vida, no puede
ser feliz. Lo mismo ocurre con quienquiera que haga de las posesiones
materiales el único fundamento de su bienestar. Esto explica porqué
muchas personas que se consideran prósperas, son desdichadas en lo
más profundo de sí mismas. Si esto es así, es porque sufren un vacío
interior que ni
«todo el oro del mundo»
puede colmar. En este sentido,
todos conocemos el refrán:
«El dinero no da la felicidad», aunque de
hecho puede contribuir a ella.
Si se admite que el ser humano no se limita a un cuerpo material
mantenido en vida por un conjunto de procesos físico-químicos, sino
que posee igualmente un alma, se comprende fácilmente que ésta
también tiene necesidad de cierta forma de alimento: la espiritualidad.
Pero, ¿qué es la espiritualidad? Conforme a lo que hemos dicho
anteriormente, trasciende la religiosidad. Dicho de otro modo, no se
limita a la creencia en Dios y a seguir un credo religioso, por respetable
que sea. Consiste más bien en buscar el sentido profundo de la
existencia y en despertar gradualmente lo mejor que hay en nosotros.
Ahora bien, esta búsqueda de sentido y de perfeccionamiento brilla
por su ausencia en nuestros días, de aquí el estado caótico del mundo
y el marasmo en el que se ha hundido desde hace algunas décadas.
La mayoría de los ciudadanos de todos los países y de todas las
naciones sin excepción, tienen la sensación de encontrarse en un túnel
oscuro del que nadie ve la salida, ni siquiera aquellos y aquellas que
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los dirigen y gobiernan. Por otra parte, no tienen conciencia de que
la luz que esperan vislumbrar sólo puede proceder de ellos mismos,
y no de una causa externa. Esto nos lleva de nuevo a la espiritualidad
y a la necesidad de buscar en otra parte, más allá del materialismo,
las soluciones a los problemas que se plantean a la humanidad. Pero
tal vez Ud. forme parte de aquellos que no admiten la existencia del
alma y naturalmente está en su derecho. En este caso, y si lo desea,
permítanos plantearle las siguientes preguntas, tomándose el tiempo
necesario para responderse a sí mismo:
- ¿A qué atribuye lo que se llama comúnmente la
«voz de la
conciencia»
?
- ¿Cómo explica la capacidad del ser humano de dar muestras,
entre otras virtudes, de benevolencia, generosidad, compasión y amor?
- ¿Piensa realmente que las obras de arte más bellas, sea en
pintura, escultura, música u otras, tienen únicamente su origen en la
mente de aquellos y aquellas que las han creado?
- ¿Cómo explica que millones de hombres y mujeres en el
mundo hayan experimentado la muerte clínica, volviendo después a
la vida con el recuerdo de lo que han
«visto»
y
«escuchado»
en lo que
corrientemente se llama
«el más allá»
?
- ¿Cree realmente que si la existencia del alma fuera una
quimera, los pensadores y
fi
lósofos más grandes que la humanidad
haya conocido la habrían admitido como una evidencia?
Seguramente, todo ser humano posee un alma. Desde nuestro
punto de vista, ella es la que hace de cada uno de nosotros un ser
vivo y consciente, capaz de pensar y de sentir emociones. En ella es
igualmente donde radica lo mejor que hay en la naturaleza humana.
Si vivimos en la Tierra, es precisamente para tomar conciencia de sus
virtudes y expresarlas a través de nuestro juicio y nuestra conducta.
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Desgraciadamente, muy pocas personas se esfuerzan en ello, incluidos
los creyentes, lo que explica porqué la malevolencia, la intolerancia,
el egoísmo, la envidia, el orgullo y el odio están tan presentes en
este mundo, con todo lo que de ello resulta en términos de injusticia,
con
fl
ictos, desigualdades y sufrimientos. En este sentido, es cierto
que el mal no existe, sólo es la ausencia del bien y tiene su origen
únicamente en el comportamiento humano. No es pues obra ni de Dios
ni del diablo, que nunca ha existido, como tampoco los demonios que
se considera actúan a su servicio.
Ahora bien, ¿qué ocurre con Dios? Durante siglos, los creyentes
han visto en Él un Ser antropomór
fi
co que mora en alguna parte del
cielo y que preside el destino de todos los seres humanos. Deseosos
de complacerle para obtener Sus favores, han seguido y siguen aún
los preceptos predicados por las religiones, apoyándose para ello en
sus Libros sagrados. Pero evidentemente, creer en Dios y ajustarse a
un credo que se dice está inspirado por Él no basta para ser feliz. En
caso contrario, los miles de millones de
fi
eles que viven en el mundo
lo serían, excepto los ateos. Sin embargo, no es así. Esto quiere decir
que la felicidad a la que aspira todo ser humano se sitúa más allá de la
religiosidad. Radica de hecho en la espiritualidad, en el sentido que le
hemos dado anteriormente a este término.
Antes de explicarle nuestra concepción de Dios, permítanos
decirle porqué pensamos que Él existe, y porqué el ateísmo, aunque
respetable en sí mismo, es un error de juicio: sea creyente o no, nadie
puede negar la existencia del universo. Ahora bien, desde un punto de
vista racional, es necesariamente el efecto de una causa creadora. Y
puesto que está regido por leyes que son la admiración de los propios
cientí
fi
cos, esto signi
fi
ca que esta causa es muy inteligente. Y entonces,
¿por qué no asimilarla a Dios y ver en Él la Inteligencia absoluta
e impersonal que está en el origen de la Creación? Recordemos, si
fuera necesario, que el universo se reducía en su origen a un centro de
energía del tamaño de un átomo, que contenía en potencia el conjunto
de galaxias, estrellas, planetas y astros que existen actualmente, entre
ellos la misma Tierra.
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colectiva de la humanidad. Sabiéndolo, los Rosacruces nos dedicamos
desde hace siglos a lo que designamos con el nombre de
«alquimia
espiritual».
¡Quién dice enfermedad, dice medicina! Si bien hay que
reconocer que ésta última, a semejanza de la cirugía, ha experimentado
grandes progresos y ha contribuido mucho a la mejora de la salud,
no está exenta de debilidades e incluso de desviaciones. Como la
mayoría de los campos de la actividad humana, sufre la in
fl
uencia del
dinero, hasta el punto que casi se puede a
fi
rmar que la enfermedad es
el
«negocio»
de los grandes laboratorios médicos y farmacéuticos.
Actualmente, se ha demostrado que gran número de medicamentos
son placebos y no tienen otros efectos que los que se les atribuyen.
En cuanto a aquellos cuyas virtudes terapéuticas están demostradas,
tienen para algunos efectos secundarios desastrosos. Lo mismo se
constata en numerosas vacunas, algunas de las cuales se sabe que
han contribuido a destruir las defensas inmunitarias naturales del ser
humano. Una vez más, insistimos en el hecho de que no rechazamos
ni la medicina ni la cirugía, pero a
fi
rmar que una y otra tienen como
único objetivo tratar y curar sería pura hipocresía.
Bien sea en el campo médico o en otros, los seres humanos
deben mantenerse lo más cerca posible de la naturaleza. Desde el
momento en el que se alejan de ella, rompen con las leyes naturales
y van en contra de su propio bienestar. Pero por ignorancia, orgullo
y codicia, se esfuerzan desde hace demasiado tiempo en querer
dominarla, cuando deberían colaborar con ella. Cegados por su
su
fi
ciencia, han olvidado que la inteligencia de la que ella da prueba
es in
fi
nitamente más grande que la de la humanidad, y que su poder
casi no tiene límites, sólo los que ella se impone. Seguramente, los
Homo sapiens sapiens, nombre que los cientí
fi
cos han dado a nuestra
especie y que signi
fi
ca literalmente los
«hombres que saben que
saben»
, están aún muy lejos de saber lo esencial: que se lo deben todo
a la naturaleza y no son nada sin ella.
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Para nosotros, la Tierra no es únicamente el planeta en el que
viven los seres humanos. Sirve igualmente de marco para su evolución
espiritual y permite a cada uno realizarse como alma viviente. Tiene
por lo tanto una vocación a la vez terrenal y celestial, cosa que en todo
tiempo y lugar, han enseñado los más sabios de entre los pensadores
y los
fi
lósofos. Mientras la humanidad no haya tomado conciencia
de esta verdad y no actúe en consecuencia, el materialismo y el
individualismo que prevalecen actualmente irán ampli
fi
cándose, con
todas las consecuencias negativas que se deriven contra ella misma y
la naturaleza. Más que nunca, es urgente reinstaurar el Ternario que se
encuentra en la base de todas las tradiciones esotéricas y que la propia
civilización debería adoptar: Humanidad – Naturaleza – Divinidad.
Mientras no lo haga, se mantendrá en el estado de sufrimiento actual
y no podrá alcanzar el estado de armonía que le ha sido prometido.
Como sabemos, la Tierra es igualmente un medio en el que
viven multitud de animales, unos en estado salvaje, otros en estado
doméstico. Ahora bien, ellos también poseen un alma, individual para
los más evolucionados, colectiva para los que lo están menos. En
realidad, todos los seres vivos tienen en común estar animados por
el Alma universal y la Conciencia que les es propia. Siendo así, cada
uno de ellos, según el lugar que ocupa en la cadena de la vida y el
organismo del que dispone, mani
fi
esta esta Alma y esta Conciencia
en un grado más o menos elevado. Por eso no tienen el mismo nivel
de inteligencia y de sensibilidad. En cualquier caso, no hay vacío ni
frontera entre los reinos de la naturaleza, pues están animados por
la misma Fuerza Vital y participan en un mismo proceso, el de la
Evolución cósmica, tal y como se mani
fi
esta en nuestro planeta. Sin
duda alguna, el reino humano es el más avanzado en este proceso,
pero eso no le da ningún derecho sobre los demás, sino deberes...
V
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R+C
La necesidad de ser ecologista es relativamente evidente
cuando se considera el estado del planeta. Asimismo, todo individuo
su
fi
cientemente sensible e inteligente comprende porqué es bueno
ser humanista, aunque él mismo no lo sea. En cambio, a priori no
hay ninguna razón objetiva para ser espiritualista, en cuanto que es
imposible demostrar la existencia del alma y de Dios, incluso en el
sentido que los Rosacruces le damos. Por eso, aunque la espiritualidad
nos parece esencial para ser felices y aportar a la vida toda su
dimensión, comprendemos que se pueda ser ateo. En tal caso, nos
parece evidente que el universo, la Tierra y la humanidad no le deben
nada al azar y se inscriben en un Plan trascendental, por no decir
divino. Precisamente por esta razón tenemos la facultad de estudiar la
Creación y preguntarnos sobre el sentido profundo de la existencia.
En este sentido, somos a la vez actores y espectadores de la Evolución
cósmica, tal como se mani
fi
esta en el cosmos y en nuestro planeta.
¿Quizás es Ud. ecologista y humanista, aunque no espiritualista?
A menos que sea profundamente materialista, esto quiere decir que a
falta de creer en Dios, Ud. tiene fe en la naturaleza y en el hombre,
algo que es a la vez respetable y encomiable. Aquí, queremos hacer
una distinción entre un materialista y un ateo. Por regla general, el
primero hace de las posesiones materiales el ideal de su vida, a menudo
en detrimento de la naturaleza y sin preocuparse de los demás. En
cuanto al segundo, la mayor parte del tiempo es un creyente que lo
ignora o que ha perdido la fe, en el sentido religioso del término. En
cualquier caso, pensamos que la espiritualidad (y no la religiosidad)
es en sí misma un vector de humanismo y de ecología, pues como
hemos explicado anteriormente, está fundada en el conocimiento
de las leyes divinas, en el sentido de leyes naturales, universales y
espirituales. Ahora bien, quienquiera que busque este conocimiento,
aunque todavía no lo haya adquirido, es por naturaleza un idealista.
Según los antropólogos, la humanidad
«moderna»
apareció
hace unos doscientos mil años. A escala de una vida humana, puede
parecer muy antigua. Pero respecto a sus ciclos de evolución, está en
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R+C
su adolescencia y muestra todas sus características: está a la búsqueda
de su identidad, busca su destino, da muestras de despreocupación e
incluso de inconsciencia, se cree inmortal, se entrega a los excesos,
desafía la razón y se mofa del buen sentido. Esta etapa evolutiva,
con su parte de dificultades, pruebas y fracasos, pero también de
satisfacciones, éxitos y esperanzas, es un paso obligado que debe
permitirle crecer, madurar, desarrollarse y
finalmente realizarse en los
planos material y espiritual. Pero para ello, debe llegar a ser adulta.
En conclusión, y según lo que precede, deseamos más que
nunca que la humanidad tome una orientación espiritual, humanista y
ecologista, a
fin de que renazca a ella misma y dé lugar a una
«nueva humanidad», regenerada en todos los planos. Los Rosacruces del siglo
XVII ya apelaban a esta regeneración en la
«Fama Fraternitatis»
.
Rechazada por los conservadurismos religiosos, políticos y
económicos de la época, esta llamada precursora sólo fue escuchada
por los librepensadores. Ante la situación actual del mundo, nos ha
parecido útil y necesario renovarla abiertamente, esperando que esta
vez encuentre una respuesta más favorable.

¡Qué así sea!
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Sellado el 6 de enero de 2014
Año Rosacruz 3366
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