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La Página de la Vida
Boletín Nº 3 Nueva Era. 12 de Febrero de 2014
“Pienso que las entidades bancarias son más peligrosas para nuestras
libertades que todos los ejércitos listos para el combate. Si el pueblo
estadounidense permite un día que los bancos privados controlen su
moneda, los bancos privados y todas las entidades que florecerán en
torno a ellos, privarán a los ciudadanos de lo que les pertenece,
primero con la inflación y más tarde con la recesión, hasta que sus
hijos se despierten, sin casa y sin techo, sobre la tierra que sus padres
conquistaron”
THOMAS JEFFERSON
La crítica situación actual y sus causas.
Vemos
la realidad: los desahucios, el sueldo que no llega a fin de mes, la
falta de trabajo, los jóvenes que han de salir al extranjero para poder
trabajar, la necesidad creciente del Banco de Alimentos, las colas en
Cáritas para poder subsistir, las personas buscando comida en los
contenedores y durmiendo en los cajeros, otros que lo pasan muy mal y se
avergüenzan de pedir.
Se
prefiere suprimir camas en los hospitales que escaños en el Senado.
Pero se hacen grandes recortes que harán más difícil crear trabajo por
falta de dinero circulante.
Ya
son muchas las familias que no tienen ningún ingreso. La Consejería de
Trabajo ya ha manifestado que, en breve plazo, más del 70% de los que
tienen subsidio de paro se quedarán sin él. Paralelamente los beneficios
de las grandes empresas han aumentado 20% y no se toman medidas serias
contra el permanente fraude fiscal. Siempre pierden los más pobres.
Con
la excusa de la salida de la crisis se están violando impunemente
derechos humanos básicos como son el derecho al trabajo y a la vivienda.
Por este camino no se ve ninguna salida a la crisis sino que se pierden
puestos de trabajo y se recortan derechos laborales y sociales,
sindicales y salariales. El paro, la falta de subsidios, la pobreza
creciente son un ataque a la dignidad de personas y familias. La persona
humana es tratada cada vez más como una simple mercancía.
Los
gobiernos, en lugar de actuar para poner freno a la especulación
económica, ignoran o reprimen la justa indignación de los que exigen
trabajo y vivienda para todos.
Son
injustos e inmorales los recortes de las prestaciones sociales, sobre
todo en sanidad y educación. Habría que pensar si no lo son también los
políticos que las realizan. Se ha de exigir responsabilidades penales
para los profesionales corruptos que tienen sueldos escandalosos o que
se han adjudicado indemnizaciones millonarias o pensiones vitalicias al
salir de entidades financieras. No vemos recortes proporcionados en los
sueldos de los políticos, economistas, empresarios, deportistas de elite
ni en el ámbito militar.
Los
gobiernos miran hacia otro lado. Basta con repasar los programas
electorales para comprobar que no se habla de erradicar la pobreza. En
cambio aumentan los casos de corrupción y “la justicia, como las
víboras, sólo pica a los que van descalzos” (Óscar Romero).
Todos
los grupos solidarios y ONG, aunque no han de sustituir la obligación
de actuar que tienen las instituciones públicas, tendrían que tomar
conciencia de la gravedad de la situación y buscar caminos de respuesta.
ACTUALIDAD
El
discurso dominante interpreta la crisis actual como una crisis
coyuntural o cíclica con un principio y un final que supondría el inicio
de un nuevo ciclo económico. Una vez más se está ocultando que las
crisis tienen un carácter estructural, pues son inherentes al
funcionamiento del sistema capitalista, y que se trata de una
reestructuración más del capitalismo en su continuo proceso de
centralización del capital en cada vez menos manos: el libre mercado es
un mito que esconde un sistema oligopolista incesantemente acentuado.
El
pez grande se come al chico, de manera que la crisis beneficia a los
grandes capitales mientras perjudica a amplios sectores de la clase
trabajadora y de las clases medias (pequeños empresarios y trabajadores
autónomos) de los países ricos y a muy amplias capas de la población de
los países pobres.
Se
están incrementando la desigualdad social y las situaciones de
marginación y exclusión, a escala mundial y estatal, en los países ricos
y en los pobres. Es indignante que, con el dinero de todos los
contribuyentes (tres billones de dólares a escala mundial), se esté
“reflotando” a las entidades financieras, principales responsables de
esta crisis, mientras se acrecienta el perjuicio a sus víctimas con el
incremento del paro, la precariedad laboral, la disminución de los
salarios en términos reales y la reducción de las prestaciones del
Estado de Bienestar (véase el intento de retrasar la edad de
jubilación), sin olvidar el aumento de las restricciones a la movilidad
de la fuerza de trabajo (que contrasta con la libertad de movimiento del
capital) con legislaciones cada vez más restrictivas para la
inmigración.
Pero
la crisis que estamos viviendo es mucho más que una crisis económica
con consecuencias sociales. Es una crisis de civilización que también
incluye dimensiones éticas, políticas, culturales y ambientales, pues va
acompañada por crisis de los valores morales, crisis de las
instituciones internacionales, problemas de gobernabilidad nacional e
internacional, hegemonía de las grandes corporaciones transnacionales
(manifestada en las dificultades para controlar al capital financiero ni
siquiera para “refundar” el capitalismo), crisis de legitimidad de las
democracias partitocráticas y corrupción política, deterioro de las
libertades y derechos civiles y políticos, problemas de convivencia
multicultural y grave crisis ambiental. Éstas son las consecuencias del
Imperio del Mercado.
El
actual modelo económico, político y social es insostenible. La urgencia
de un cambio de paradigma económico comporta la necesidad de dejar de
identificar desarrollo con acumulación capitalista y con crecimiento
económico.
Si
queremos transformar nuestras sociedades en sociedades equitativas, es
necesaria una transformación profunda del modelo vigente. Si queremos
sobrevivir como especie en el planeta Tierra y desarrollarnos como seres
humanos, no sólo otro mundo es posible sino que es necesario. Y su
realización pasa por la negación de los valores consumistas del mercado y
la reivindicación del derecho a decidir cómo queremos organizar
nuestras vidas en una genuina democracia deliberativa y participativa,
alternativa a la deslegitimada democracia partitocrática.
CUENTO
Hubo
una vez en la selva un leopardo muy nocturno. Apenas podía dormir por
las noches, y tumbado sobre la rama de su precioso árbol, se dedicaba a
mirar lo que ocurría en la selva durante la noche. Fue así como
descubrió que en aquella selva había un ladrón, observándole pasar cada
noche a la ida con las manos vacías, y a la vuelta con los objetos
robados durante sus fechorías. Unas veces eran los plátanos del señor
mono, otras la peluca del león o las manchas de la cebra, y un día hasta
el colmillo postizo que el gran elefante solía llevar el secreto.
Pero
como aquel leopardo era un tipo muy tranquilo que vivía al margen de
todo el mundo, no quiso decir nada a nadie, pues la cosa no iba con él, y
a decir verdad, le hacía gracia descubrir esos secretillos.
Así,
los animales llegaron a estar revolucionados por la presencia del
sigiloso ladrón: el elefante se sentía ridículo sin su colmillo, la
cebra parecía un burro blanco y no digamos el león, que ya no imponía
ningún respeto estando calvo como una leona. Así estaban la mayoría de
los animales, furiosos, confundidos o ridículos, pero el leopardo siguió
tranquilo en su árbol, disfrutando incluso cada noche con los viajes
del ladrón.
Sin
embargo, una noche el ladrón se tomó vacaciones, y después de esperarlo
durante largo rato, el leopardo se cansó y decidió dormir un rato.
Cuando despertó, se descubrió en un lugar muy distinto del que era su
hogar, flotando sobre el agua, aún subido al árbol. Estaba en un pequeño
lago dentro de una cueva, y a su alrededor pudo ver todos aquellos
objetos que noche tras noche había visto robar... ¡el ladrón había
cortado el árbol y había robado su propia casa con él dentro!. Aquello
era el colmo, así que el leopardo, aprovechando que el ladrón no estaba
por allí, escapó corriendo, y al momento fue a ver al resto de animales
para contarles dónde guardaba sus cosas aquel ladrón...
Todos
alabaron al leopardo por haber descubierto al ladrón y su escondite, y
permitirles recuperar sus cosas. Y resultó que al final, quien más salió
perdiendo fue el leopardo, que no pudo replantar su magnífico árbol y
tuvo que conformarse con uno mucho peor y en un sitio muy aburrido... y
se lamentaba al recordar su indiferencia con los problemas de los demás,
viendo que a la larga, por no haber hecho nada, se habían terminado
convirtiendo en sus propios problemas.
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