lunes, 21 de octubre de 2019

share,7, Antártida, paraíso bajo el hielo. VII


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Antártida, 
paraíso bajo el hielo. 
VII

Estimados lectores.

Publicamos estos textos porque creemos tienen relación con la espiritualidad. Tema central del sitio.
Porque se mencionan en muchos otros textos, libros...
 
Porque si son verdades, es otra minúscula parte más que podemos agregar a nuestro conocimiento y entendimiento...
 
Si no es así, no deja de ser un buen cuento de ficción.
- Como a todos los textos que publicamos; tómenlo con pinzas y sientan cómo resuena en su interior. -
TDLL

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...Como en cada reunión, Esteban conectó su portátil a la televisión, para proyectar las imágenes que previamente había seleccionado, y, que apoyarían los argumentos a debate. Brandan, el ex-militar de la Armada Irlandesa, había hecho los deberes.

Tenemos como objetivo el trasladar el conocimiento, los hechos y las experiencias de nuestras vidas a las generaciones posteriores, pero, limpios, exentos de corruptelas, mentiras, y fanatismo. 
Es por esto, que nos hemos propuesto presentaros las pruebas de toda una conspiración bien orquestada por los servicios secretos, con el objetivo de ocultar la realidad de la visita de los seres extraterrestres, y los residentes de la base 211 de la Antártida. 
Hemos seleccionado, por tanto, una serie de personajes, y hechos, que han pasado a la historia como “contactados”, cuando en realidad, no eran sino, una burda mentira.

Como bien explicó en su día Juan, el ser humano tiene la imperiosa necesidad de crear, o, inventar dioses, y de jerarquizarse en torno a los mitos creados. 
Lo mismo que existe una jerarquía perfectamente establecida entre Dios y los hombres, los supuestos Contactados emularon, consciente, o inconscientemente, ese papel, para intermediar entre los extraterrestres; seres superiores y maravillosos, y los pobres mortales. 
De una u otra manera, los atributos y poderes concedidos a Dios a lo largo de la historia, y, en cada religión, ahora eran atribuidos a estos ángeles extraterrestres. 
Cada ser elabora teorías, e imagina cosas, en función de su base cultural. 
Es por esto, que un aborigen, al ver un avión, o un ovni, lo asemeja a un pájaro, pues no conoce otra cosa que vuele, mientras que un ciudadano de nuestra cultura, asocia un ovni, a un avión, más o menos sofisticado. Al comienzo del cristianismo, se estableció como dogma de fe, que Jesucristo subió a los cielos, sobre las nubes.

Si ahora, le planteáis a nuestros nietos esta cuestión, todos asociaran, que la subida a los cielos de Jesucristo, necesariamente tuvo que ser un avión, o algo parecido, en el supuesto de que eso fuese cierto. Sencillamente, nuestros hijos, y nietos, han crecido, subiendo y bajando de aviones, y, les es fácil entender este hecho, que en la Edad Antigua, era imposible comprender.

Ese proceso asociativo que nuestro cerebro establece para relacionar los hechos, y no entrar en conflicto, produce en casi todos los casos, que los dioses, ángeles, profetas y elegidos, sean de la misma calaña, o muy afines, a los extraterrestres.

De esta manera, toda nuestra generación, tuvo que conciliar el hecho dogmático religioso, y científico, con el fenómeno extraterrestre, que irrumpió con fuerza, a partir de 1952. 
En definitiva, queridos amigos. 
Casi el noventa por ciento de los supuestos contactados que decían estar en contacto con los seres superiores, hicieron una mezcolanza absurda, y patética, con “lo religioso”. 
En este clima de paranoia colectiva, La Virgen pasaba ahora, de ser una joven palestina, a una mensajera del espacio, inseminada por los extraterrestres, y los profetas, e iluminados, seres programados por dichos alienígenas. 
Y seguramente lo fue; es decir, la intervinieron genéticamente alguno de estos extraterrestres, pero igual o parecido a las, cientos de miles de mujeres que en igual medida inseminaron y manipularon y que aún hoy siguen haciéndolo. Como podéis imaginar si a todas estas mujeres las deificamos tendríamos más dioses que ciudadanos.

Lo mismo sucedía con las cuestiones sociales y políticas, pues si el extraterrestre se aparecía en Estados Unidos, necesariamente era cristiano, anticomunista y seguramente con el carnet del Partido Republicano, mientras que, si se aparecía en la Unión Soviética, era indefectiblemente, anticapitalista, ateo y con el carnet del Soviet Supremo.

A todo esto, hay que asociar la mentira, el afán de notoriedad de los personajes y las tramas elaboradas por los servicios secretos.

Para cualquier ciudadano de a pie de aquellos años le era imposible pensar que un ser que viene de años luz de distancia o del futuro, no conoce o sabe absolutamente nada de nuestros dioses culturales.

Mucho menos de los miles creados indistintamente por cada pueblo, etnia o región del globo. 
De hecho, para un aborigen de Borneo le es imposible aceptar que Mahoma, Buda o Jesucristo son los únicos a ser adorados o aceptados como dioses, pues ellos crearon hace miles de años el suyo y a lo mejor lo representan con un muñeco dotado de un falo enorme o de alguna forma aún más irreverente para nuestra concepción. 
Si ese aborigen no puede aceptar a nuestros dioses ¿Cómo un ser que viene de cuarenta años luz tiene que aceptar a Jesucristo como el único hijo de Dios?

Necesitaremos todavía muchos siglos o incluso milenios para concebir una realidad sin mezclarla con la religión, la superstición y el dogma.

Necesitaremos mucho tiempo para entender que las religiones, los dogmas y dichas supersticiones han causado millones de muertos a través de la historia y curiosamente esas muertes se hicieron en nombre del mismo Dios que algunos ilusos habían creado.

Definitivamente hablando, queridos amigos, lo que nos ha llegado del fenómeno del contacto, está mezclado con una basura pseudoreligiosa, que, más que ayudar a las generaciones venideras, trata todavía de esclavizarlas y someterlas al yugo de la ignorancia.

La mayoría de los seres extraterrestres que nos visitan, son entidades con una conciencia volumétrica, con un nivel científico, y, una cultura humanista impensable para nosotros. 
Os aseguro, que, en sus astronaves, y, en sus trajes espaciales, no existen cruces, rosarios, imágenes de muertos, o practican magias, ritos o actividades supersticiosas de ninguna índole. 
No tienen ni idea lo que es el pecado, el infierno, y los sacramentos, y, no toman partido, ni por oriente ni por occidente, ni son capitalistas, ni ateos ni comunistas

¡Afortunadamente!

Paso a darle la palabra a Esteban, para presentaros el fenómeno del contactismo.

Efectivamente, tal y como ha expuesto Brandan, el fenómeno del contacto ha sido manipulado hasta el infinito, pero, a pesar de que ahora, con una mayor madurez, y con más recursos comparativos científicos y lógicos, vemos lo absurdo de algunas historias, en los años cincuenta, nuestros padres aceptaron todo sin pestañear, pues les creaba sueños, utopías, y, esperanza.

Si existe un “Man contact” por excelencia, de la talla de Admaski, esto no es otro que Howard Menger.

Conocer su historia, es, asistir a todo un culebrón de amor espacial, y fantasía. 
Este hombre, fue el más imaginativo de los contactados. Nació en Brooklyn, New York, el 17 de febrero de 1922. 
Muy joven se fue a vivir al campo, a High Bridge, New Jersey, donde él y su hermano Alton Menger pasaban muchas horas jugando en los bosques. Ya de adulto afirmó que durante esos años los dos veían frecuentemente discos voladores.

Su libro “From outer space to you” es verdaderamente una obra notable, ya que en ella, hace un extraño sincretismo, adaptando la teología, y las creencias populares, a una teología ufológico cristiana: Dios, y los ángeles, no son espíritus nebulosos, y omniscientes, sino, miembros de una raza como la nuestra, aunque infinitamente más avanzada, que trata de conducir al ser humano, a un nivel de civilización más elevado.

Menger afirmó haber establecido contacto, desde que era muy pequeño, con seres de Venus, Marte, Júpiter y Saturno. 
A los diez años, un día, se sintió atraído a su rincón favorito del bosque, donde se encontró con una aparición, que nunca habría de olvidar.
Dice en su libro:

Allí, sentada en una roca, junto a un arroyo, estaba la mujer más exquisita, que mis infantiles ojos hubieran jamás contemplado.

La cálida luz del Sol, se prendía en los reflejos de su largo cabello dorado, que caía como una cascada en torno a su rostro, y, sobre sus hombros. 
Las curvas de su cuerpo, delicadamente torneadas, se revelaban a través del material traslúcido de su ropa, que me recordó los trajes de los esquiadores. Me quedé parado, y, con el aliento entrecortado, por un instante. No estaba asustado, pero un asombro abrumador, me había dejado como congelado, en el sitio.

Como podéis ver, este señor, contactó con seres del Sistema Solar.

Parece dudoso, cuanto menos, que en Saturn

Ella me llamó por mi nombre, y, me dijo, que había venido de muy lejos, para verme, y, hablarme:

Estamos poniéndonos en contacto, con los nuestros.

Howard sintió “una enorme oleada de calor, afecto, y, atracción física, que surgía de ella hacia él”. 
La escuchó arrobado, mientras ella contaba cosas, que sólo entendió a medias. 
Le habló de guerras, catástrofes, y del destino de la especie humana. Le dijo también, que, varios extraterrestres como ella, se hallaban en contacto con diversas personas, en todo el mundo, que él era uno de los elegidos, y, debía prepararse para sufrir por eso. Finalmente, le ordenó que se fuese, y Howard obedeció, con el rostro bañado en llanto. 
Al alejarse le preguntó:

¿Puedo mirar hacia atrás?

Oh, sí, Howard, puedes mirar hacia atrás.

Y así lo hice, después de dar algunos pasos, muy despacio... Entonces eché a correr, sollozando... hasta que mis gemidos, provocados por una tristeza gozosa, aumentaron, y, resonaron, en el bosque.

Este sería el primer, pero no el único, contacto que Menger tendría a lo largo de su vida.

Sea cierta o no, no se le puede negar a nuestro personaje, que no fuera romántico, e imaginativo, describiendo a la extraterrestre, de la que se enamoró, perdidamente.

En 1942, cuando estaba en el ejército, la gente del espacio intentó de nuevo comunicarse con él. 
En ese entonces Menger se encontraba de visita en Ciudad Juárez, Chihuahua (México). 
Cuando iba por la calle se le acercó un taxi. Un hombre que iba en el asiento de atrás, y que tenía el cutis bronceado, y, cabellos rubios, que le llegaban a los hombros, le pidió que fuese con él. 
Menger se negó, pero, repentinamente, su aspecto se le hizo familiar, y, entonces, recordó que la chica le había dicho:

Siempre estarán a tu alrededor..., vigilándote..., 
guiándote.

El desconocido tenía unos largos cabellos rubios que le llegaban hasta los hombros. Su tez estaba bronceada por el Sol. Me bastó una simple ojeada para darme cuenta de que era más alto y corpulento que el mexicano promedio.

Me habló en un inglés bastante bueno, aunque recuerdo que tenía un ligero acento mexicano.

Tiempo después encontraría a otro desconocido, que se identificó como viajero espacial. Durante la charla, le contó a Menger que el hombre de cabellos largos y rubios y piel oscura que iba como pasajero en el taxi, era uno de sus compañeros espaciales y, sonriendo, le comentó que le había advertido oportunamente que, si deseaba hacer contacto con la gente de la Tierra, primero debía cortarse sus largas trenzas rubias y adoptar una apariencia que estuviera más de acuerdo con la gente del planeta.

El extraterrestre le dijo a Menger que en México había muchas personas que estaban conscientes y convencidas del fenómeno de los ovnis, que había muchos contactados mexicanos y que muchos años antes de que los conquistadores españoles llegaran a la Nueva España, ya había mexicanos que estaban en contacto con ellos. 
Afirmó que los extraterrestres habían transmitido múltiples secretos a los aztecas y que les regalaron inventos maravillosos.

A partir de entonces comenzó a tener una serie de encuentros en los que se le avisó de acontecimientos futuros de su vida. Como el de aquel extraterrestre disfrazado de soldado que le dijo que pronto saldría con destino a Hawai. 
El encuentro tuvo lugar en el Campo Cook, en California. La comunicación se llevó a cabo telepáticamente, no hubo palabras de por medio.

Todas las predicciones resultaron ciertas. Fue precisamente ahí en donde tuvo otro encuentro con un ser del espacio de sexo femenino. Siguiendo un impulso incontenible, tomó un jeep y se fue a una región de la selva en donde estaba seguro que encontraría a seres del espacio. Detuvo el auto cerca de unas cuevas. Allí vio a una linda morena.

Vestía una especie de túnica flotante de tonalidad pastel. Bajo sus translúcidas y rosadas vestiduras llevaba unos pantalones muy anchos parecidos a los de un pijama. La túnica caía en graciosos pliegues en torno a su cuerpo, bellamente conformado. El aire húmedo y templado de la noche tropical parecía acariciar sus facciones finamente moldeadas.

Sucedió entonces algo en verdad embarazoso.

Howard empezó a sentir la “poderosa atracción física a la que es imposible oponerse, cuando uno se halla en presencia de estas mujeres”.

La extraterrestre se dio cuenta de inmediato de lo que ocurría.

Oh, Howard –dijo zalamera-, esto es una cosa muy natural; yo también lo siento. No sólo pasa de mí para ti, sino de ti para mí.

Como veis aquella extraterrestre tenía las propias debilidades humanas pues se vio prendada de nuestro héroe.

La extraterrestre morena le predijo que pronto sería trasladado a Okinawa, en donde él tendría que matar a un hombre en combate.

Prestó sus servicios en el ejército, como jefe de almacén de municiones en el Arsenal de Picantinny.

En 1942 fue asignado a la Armored Tank Division y posteriormente en la Army Intelligence and Chemical Warfare. En la primera semana de abril de 1945 desembarcó en Okinawa, tal como le habían dicho. 
Howard dio muerte a varios japoneses, y sobrevivió al combate, pero sufrió daños en los ojos durante la batalla. Durante su estancia en el hospital de la base se dio cuenta que una de las enfermeras parecía una persona del espacio.

Después de su recuperación, Menger fue despertado una noche por una voz que le llamaba insistentemente por su nombre, y se dio cuenta al momento de que estaba recibiendo la llamada por telepatía. 
Vistiéndose, pidió prestado un jeep y se dirigió a un sitio donde se había encontrado anteriormente con gente del espacio. 
Allí le esperaba un hombre vestido de caqui. Se pusieron a hablar, y el hombre le dijo que no existía la muerte, que sólo se abandonaba la envoltura física, pero que la vida interior continuaba. 
Le dijo que la guerra terminaría pronto, y que en Navidad estaría ya de vuelta en el hogar, como así fue. Aquel hombre dijo proceder de Venus.

De vuelta a la vida civil, Menger regresó con su esposa, y, se estableció como pintor de rótulos, en su propia compañía, la Menger Advertising Co. 
En junio de 1946, regresó al bosque en donde había visto por primera vez a la mujer extraterrestre. El sitio era más o menos el mismo que antes. Paseó largo rato por el claro, y, comenzó a sentirse poseído por una tristeza profunda, por la sensación de que el encanto había desaparecido. 
De pronto, vio un chispazo de luz, y, sintió en la nuca, una sensación de calor. Al volverse, vio una enorme bola de fuego, que se dirigía a gran velocidad, hacia él.

Parecía un inmenso Sol que giraba, brillaba, parpadeaba y cambiaba de colores. Voló sobre el campo, mientras yo lo observaba, como traspuesto.

Los palpitantes cambios de color disminuyeron, y, la bola de fuego, se convirtió en un vehículo de aspecto metálico, rodeado de ventanillas.

Descendió lentamente al suelo. 
Cuando estaba casi en tierra, pude distinguir claramente su forma.

Parecía tener forma de campana, y el Sol se reflejaba en él como en un espejo.

Me di cuenta de que aquello no era una máquina hecha por nadie de este mundo.

La descripción que da Menger de las naves extraterrestres es muy parecida a la de George Adamski, lo mismo que la vestimenta de los venusinos. 
Y, por supuesto, estas naves, eran exactamente la haunebu de la los nazis.

Los tripulantes del aparato, iban vestidos con unos uniformes, de un gris azulado, parecidos a trajes de esquiar. 
Tenían largos cabellos rubios, hombros anchos, y, notable belleza física. La nave, por fin aterrizó, y de ella salió una hermosa mujer, vestida con un traje parecido, que llevaba flojo sobre su armonioso cuerpo. Su tejido era semitraslúcido y parecía luminoso, con suaves tonalidades pastel.

Menger, de pronto, se dio cuenta que era la misma mujer que viera de niño, y, que no había cambiado nada.

¿Eres en verdad la joven... la misma joven de la roca? 
–le pregunté.

Sí, lo soy. 
La misma, joven Howard.

Pero no has envejecido...

Oh, ya lo creo que he envejecido. A ver si adivinas mi edad, Howard.

Me limité a mirarla en silencio.

Pues tengo más de quinientos años. ¡Ahora podrás hacer callar a quien te diga que las mujeres mienten al hablar de su edad!

Pero no has cambiado.

Claro que no.

Entonces, ella me miró, de pies a cabeza, y, noté que mi rostro ardía. Era como si un pariente de visita contemplase a un muchacho, para ver si había crecido mucho.

Comprendí, que se burlaba cariñosamente de mí, cuando me guiñó un ojo y agregó:

¡Oh, pero tú si has cambiado!

Cuando comentó eso, ella se echó a reír y añadió:

Cuando vivimos respetando las leyes de nuestro Creador, somos bendecidos con el don de la longevidad. 
Pero no es éste el más importante; es sólo un subproducto de nuestras bienaventuranzas.

La venusina también informó que había estado sometido a una constante observación desde el primer encuentro.

Volví a sonrojarme y agaché la cabeza.

Ella se echó a reír.

La verdad es que no siempre has sido un buen chico. Ha habido ocasiones en que... –e hizo un gesto como si fuese a darme unos azotes en la parte que comúnmente empleamos para sentarnos.

Di un respingo y recobré mi compostura. Entonces me eché a reír con ella.

La venusina confirmó que había sido elegido para difundir las palabras de los seres del espacio por la Tierra. Su misión era ayudar a la gente del espacio en sus benévolos esfuerzos de salvar a la raza humana, de sí misma. 
Dicho esto, le dio un beso en la mejilla a manera de despedida. Él le preguntó si la volvería a ver, pero, ella le dijo que no. 
A partir de entonces, su vida cambió. Continuamente se entrevistaba con los seres de las estrellas. Se le aparecían en todo momento, y, bajo toda clase de disfraces.

Menger era un enamoradizo empedernido.

Hay dos versiones sobre la forma en que encontró a la venusina reencarnada en la Tierra. 
La primera establece que, durante una conferencia del también contactado George van Tassel, Menger vio a una bella joven, delgada, y rubia. De inmediato, supo que era ella. La segunda versión es la siguiente.

El conocido locutor de radio y televisión Long John Nebel presentó a Menger, en varios de sus programas en la estación de televisión WOR-TV, de Nueva York. 
En uno de ellos, antes de entrar al escenario, Menger se detuvo en la puerta del estudio, donde una multitud esperaba verlo de cerca. 
Entre la gente, destacaba una bella mujer rubia, a la que Howard identificó de inmediato como una muchacha del espacio. 
Su media naranja venusina, que había adoptado el nombre de Constance (Connie) Weber para poder vivir en la Tierra.

Sea como fuere, al entrar en contacto con ella, Menger se desbloqueó mentalmente, y, se enteró de algo asombroso: era, ni más ni menos, que un extraterrestre reencarnado en la Tierra, un profesor saturnino, llamado Sol do Naro, y, además, había contraído nupcias con una venusina llamada Marla Baxter.

Resultó que Connie, como le decían afectuosamente, era hermana de la primera joven del espacio, la de la roca:

... alta, esbelta, de largos y ondulados cabellos rubios, que le caían en cascada sobre los hombros.

Menger, ya era casado, y tenía hijos, por lo que se divorció de su mujer, dando la siguiente explicación:

En Venus, nuestro amor fue intenso, y avasallador; pero, estaba escrito que no podríamos permanecer juntos, ya que yo sabía que tenía que regresar a la Tierra, y, llevar a buen término una misión que estaba proyectada a partir de la fecha de mi nacimiento en aquel planeta.

Recuerdo claramente el día en que la dejé. Los dos tratábamos de hacernos los valientes. Marla bromeaba, y, trataba de reír musicalmente; pero, apenas podía contener las lágrimas, que se mezclaban con su risa.

Cuando me volví a mirarla por última vez, le hice una promesa: algún día, en algún lugar, la volvería a encontrar.

En el momento en que llegué a los umbrales de la Tierra, un niño de un año, llamado Howard Menger, acababa de morir. 
Su cuerpo fue llevado a toda prisa a una iglesia luterana, a que lo bautizasen, y rezasen sobre él las oraciones de rigor. 
Yo, Sol do Naro, observé, y, entré en comunicación con el alma que salía del pequeño cadáver. Por mutuo acuerdo, y por mi propia y libre voluntad, entré en su cuerpo.

Mientras sus parientes rezaban, el pequeño “resucitó”, milagrosamente.

El romance fue muy corto. Se casaron en 1958 y tuvieron dos hijos: Eric y Heidi Menger Evans.

Acerca de su vida privada es muy poco lo que se sabe, ya que ellos, tanto en sus conferencias como en sus libros, le daban más importancia a los mensajes espaciales, que a las anécdotas personales. Uno de los libros escritos por Constance Weber fue My saturnian lover (Mi amante saturnino), publicado en 1958; ahí la esposa de Menger, explicó su origen espacial, y, la forma en que se relacionó con este contactado, que era en realidad, la reencarnación de un personaje importante de Saturno.

Se fueron a vivir a Florida, y, se alejaron de la ufología, hasta que, en 1991, publicaron The High Bridge Incident....the story behind the story... after 35 years of silence. 
El libro es un conglomerado de From outer space to you, y, A song of Saturn. Sólo el capítulo final, informa de las actividades de Menger después de su desaparición pública. En Florida, fundaría otra compañía dedicada a la industria eléctrica, la Energy Systems Research, Inc.

El pintor de brocha gorda que llegaría a ser conocido como el “Adamski de la Costa Este”, contaba las historias más extraordinarias e inverosímiles, que recordaban un poco a los cuentos de hadas, por su gentileza y fantasía.

En una ocasión, un poder extraño se hizo cargo de su coche, y, lo condujo hasta una cabina, en donde un músico de Saturno le transmitió su habilidad para tocar el piano. 
El extraterrestre le enseñó a componer la música del espacio. Fruto de este trabajo será el disco Music from another planet. Se trata de un raro LP con música interpretada en piano y acordeón. Menger hace la aclaración que en Venus los acordeones son más grandes y su sonido es un poco diferente. El lado uno contiene 3 pistas:

Una narración de Menger; Marla (instrumental); y Theme From The Song From Saturn (instrumental).

El lado dos tiene sólo una pista: The Song From Saturn (Music from another Planet).

Se le informó que en la Tierra había seres de Venus, Marte, Júpiter y Saturno y, por si esto no fuera ya bastante confuso, también le informaron que había personas espaciales buenas y malas. Y como las malas fingen ser buenas, ¿cómo podrían saber los pobres terrícolas en quién confiar?

Los mismos venusinos le dieron la papa espacial, plantada y cosechada en el lado oscuro de la Luna.

Este tubérculo contenía cinco veces más proteínas que la variedad terrestre, según Menger.

En otra ocasión estuvo a punto de ser llevado a la cárcel, por escándalo y faltas a la moral, debido a que recorría las tiendas, observando, y, comprobando la calidad de la ropa interior, que compraba para sus amigas del espacio.

Howard hablaba de una mesa redonda de naturaleza mística que hacía las veces de televisor interplanetario.

Menger dijo haber viajado a la Luna. Sus descripciones y fotografías de los vehículos espaciales, son similares a las de Adamski. Mostró diversas fotografías, no sólo de los platillos voladores, sino de la Luna, en la que se pueden ver las bases interplanetarias.

También llegó a obtener imágenes de los tripulantes, siempre a contraluz, pues de otra manera, no le permitían sacar las fotos. Hay fotos de los extraterrestres delante de sus naves, y, del mismo Menger presenciando los aterrizajes (utilizando el disparador automático de la cámara).

Una de esas tomas, muestra a una supuesta mujer del espacio, con un cisne brillante en el cinturón. La mujer espacial se presentó ante Menger, para advertirle de que un poderoso grupo de la Tierra estaba aplicando terapias cerebrales avanzadas sobre determinados políticos, para favorecer los propósitos de Satanás.

La gente del espacio, lo visita a todas horas del día, y de la noche. Unas veces físicamente, y, otras, comunicándose vía telepática. En ocasiones, se quedaban a cenar. Los mensajes que le dejaban eran del siguiente estilo:

“Amigo, esta Tierra es el campo de batalla de Armagedón, y, la batalla se libra por las mentes, y las almas de los seres humanos. 
La plegaria, los pensamientos positivos, y la cautela, son vuestro mejor aislamiento”

Sus amigos espaciales le enseñaron a construir el motor que utilizan sus naves:

En una nave. Una nave que no se parece a nada de lo que hayas podido ni soñar. Será difícil, y probablemente imposible, que llegues a comprender su fuerza motriz. Es una fuerza electromagnética, no muy diferente de la que mantiene en sus órbitas, a los planetas, soles e incluso galaxias enteras. Esta fuerza es una ley natural, que nos ha sido dada por nuestro infinito Creador, para que la usemos con buenos fines.

Pero, varias veces, sería captado infraganti en sus mentiras. 
Una vez, por ejemplo, Menger llevó a uno de sus seguidores, dentro de un gran edificio para hablar con una mujer espacial. Un destello de luz cayó sobre la cara de la “extraterrestre”. El seguidor pudo notar que la cara era idéntica a la de la joven rubia, que era una de las colaboradoras más cercanas de Menger.

Ni su propio padre creyó sus historias, y, afirmaba que su hijo, o estaba mintiendo, o era víctima de ilusiones. Dijo que la historia del bebé resucitado, nunca había ocurrido.

Acosado, y vilipendiado aún por sus familiares, tuvo que cerrar su pequeño negocio de rótulos, y, huir a otro estado (Florida), en compañía de su familia.

Todas sus andanzas las dejó para la posteridad en su libro From Outer Space to You (1959), editado por Gray Barker. Como complemento, se vendía el disco, en donde se ofrecía música compuesta por gente del espacio.

Lo que pocos de sus seguidores, y ufólogos saben, es, que, al verse descubierto el fraude, Menger se retractó en un programa de Long John Nebel, a principios de los sesenta. 
Dijo, que tal vez, todo había sido el resultado de experiencias psíquicas inexplicables, y que algunas de sus afirmaciones, sólo debían considerarse, en sentido metafórico. Es más, escribió a su editor, Gray Barker, solicitándole que su libro fuera subtitulado, como, “hecho-ficción”.

No obstante, en 1967, Menger y su esposa, reaparecieron en el Congreso Científico de Ufólogos en New York. 
El ex contactado, comenzó hablando del supuesto experimento realizado por la CIA en su persona, y sus propias dudas sobre el fenómeno ovni. 
Se le notaba vago, y vacilante. 
Como su público estaba ávido de noticias sensacionalistas, continuó refiriendo, que estaba construyendo un platillo volador, de acuerdo a los planos que le habían dado sus amigos de las estrellas. 
Puesto en este camino, y, sintiéndose más seguro frente a un público de fanáticos de los ovnis, compuesto por más de dos mil personas, Menger volvió a relatar una de sus famosas experiencias.

Dijo, que, en el año de 1956, se encontraba en High Bridge, Nueva Jersey, cuando vio que del cielo descendía una bola de fuego que, según se acercaba a él, iba disminuyendo su velocidad. 
A pesar de haber vivido experiencias similares, Howard se sintió asustado. 
Cuando la nave se posó en el suelo, se abrió una compuerta, que dejó salir una pequeña plataforma, sobre la que descendieron dos hombres vestidos con trajes espaciales relucientes. Ambos seres se hicieron a un lado para dar paso a otro extraterrestre de apariencia notable: alto, de aproximadamente un metro noventa de estatura, esbelto, y, con el cabello rubio rozándole los hombros. El hombre se acercó, y, dijo que traía un mensaje de paz, amor y comprensión.

Luego se retiró.

Se hizo un pequeño silencio pues la historia más bien parecía un culebrón de mujeres exquisitas venidas del espacio, y, de seres buenos que vienen a ayudarnos, pero, en 1967, Menger afirmó en público, haber sido víctima de una operación de la CIA, y, puso en duda la propia existencia del fenómeno ovni. 
Y, en el mismo relato, tanto él como su esposa, manifestaron al verse descubiertos el fraude. Menger se retractó en un programa de Long John Nebel, a principios de los sesenta. Dijo que tal vez todo había sido el resultado de experiencias psíquicas inexplicables, y, que algunas de sus afirmaciones, sólo debían considerarse, en sentido metafórico. 
Todos asumimos que todo este relato, no es sino, una historia de desinformación, que deja tantos adeptos como incrédulos enfrentados desde entonces hasta nuestros días. 
Brandan retomó ahora el protagonismo.

Hay patrones muy parecidos entre el caso Menger, y el de Adamski. 
Por un lado, las naves que ambos muestran, y que son exactamente iguales entre si, e idénticas a las Haunebu de los nazis de la base 211 de la Antártida. 
Por otro lado, ambos viajan a la cara oculta de la luna, y, afirman que hay vegetación, ciudades, y bases o cúpulas, ocupadas por extraterrestres. 
Afortunadamente, la luna esta cartografiada, casi al milímetro, por las sondas enviadas por varias naciones, a la misma, y, no existen plantaciones, árboles o vegetación, y, ciudades donde vivan los selenitas. Aunque, efectivamente, se han descubierto construcciones antiguas, deshabitadas.

Lo más impresionante, y que, seguramente no sabéis, es que existen informes, por muchos investigadores compartidos, en el sentido de que los nazis fueron los primeros que llegaron a la Luna, ayudados por sus aliados, “los ángeles caídos”, y, tendrían allí una base operativa. Por supuesto, para otros esta cuestión es puro folclore.

Otra cuestión interesante, es que Menger prestó su casa, para que Valiant Thor, el supuesto venusiano, diera una conferencia. 
Todo parece indicar, que, tanto el uno como el otro, eran agentes seleccionados por la CIA, al igual que lo fuera Adamski, con el objetivo de desviar la atención nazi, y, de los verdaderos extraterrestres, que habían venido en oleadas desde 1952.

Por supuesto, este Valiant, poco o nada tiene que ver con el ser que vio Hans de niño.

Lo que resulta curioso, es que, para Menger, los extraterrestres que contacta son cristianos, y, con tintes anticomunistas, mientras que los de Adamski son más proclives al comunismo.

Menger también admitió que había trabajado para la CIA, y, que su historia era parte de un experimento para probar reacciones públicas a la idea de contacto extraterrestre. En resumen, la historia de Menger fue un experimento de la CIA para ver con qué facilidad, y, quién específicamente, podría ser engañado a creer cualquier cosa.

Las historias de los contactados con platillos voladores, y sus visitas a otros planetas, están ahora muy cuestionados. Sin embargo, a pesar de su estupidez, las historias han tenido un profundo impacto cultural en el momento, y, se contactó con ellos mismos han atraído a miles de fieles en lo que fue la primera aparición del aspecto cuasi-religiosa del fenómeno OVNI.

Los contactados fueron los precursores de los cultos OVNI que continúan prosperando en el movimiento de la Nueva Era.

A mí me parece que este tal Menger era un ligón, pues, a todas horas estaba enamorándose de la mitad de las “tías buenas” extraterrestre que se le presentaban. Incluso, como no tenía bastante con las que venían, las buscaba reencarnadas por la calle ¡Menudo Bribón! 
-Dijo Bob-

El problema, querido Bob, es que en los años cincuenta, la perspectiva y los datos con los que se contaban del espacio exterior, no existían, y, ahora nosotros juzgamos con otros elementos comparativos -Respondió Marina-

Era la hora de la comida y hacía un poco fresco fuera de la casa, por lo que decidimos de común acuerdo, retomar la reunión por la tarde y pasar ahora a la comida.


Extracto de COMANDO SOLAR
Autores: Tamara Pavón – Lice Moreno


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