sábado, 9 de diciembre de 2023

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La captura.




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La captura.

A fuerza de gran concentración
has descubierto por último al buey.
¡Pero qué salvaje es!
¿Quién puede realmente capturarlo?
A veces asciende basta las cimas,
a veces desciende hasta los precipicios,
para perderse después en la bruma...

Después de una larga búsqueda,
por fin has encontrado al buey.
Lo has capturado.

Pero, dado que las seducciones del mundo exterior le atraen,
es difícil capturar al buey.
Se acuerda de las hierbas verdes y perfumadas...
Es difícil domar su naturaleza salvaje.
Es difícil hacerse íntimo con él.

Si quieres que el buey permanezca cerca de ti
no dudes en utilizar el lazo.


COMENTARIOS.

¿Qué es la práctica del Budismo? Es la búsqueda, el encuentro, la captura y la doma del buey sobre el que vamos montados, del buey que somos, que es nuestra propia mente.

Hemos vislumbrado que todos los fenómenos del Cosmos no son sino reflejos de nuestra propia mente, o bien, que todos los fenómenos del Cosmos, incluida nuestra mente personal, no son más que manifestaciones de la Mente Única Universal. Pero el hecho de que lo hayamos vislumbrado no significa que continuamente vivamos en este estado de conciencia.

Aunque hayamos descubierto por primera vez al buey de la Mente Única, la Mente Única es por naturaleza activa, es karma, es transformación continua. Es como un buey salvaje, como un animal difícil de capturar.

Debemos estudiar el modo de permanecer continuamente en el estado de conciencia que nos permite darnos cuenta de que todo no es sino la manifestación de la Mente Única.

A veces la Mente Única se manifiesta ante nosotros y en nosotros en sus cimas más elevadas. Podemos tener experiencias trascendentales entonces, podemos situarnos realmente más allá del tiempo y del espacio, o tener un despertar de la conciencia. Nuestro corazón puede ensancharse hasta convertirse en un gran Bodhisattva, en un gran Buddha. Pero acto seguido, puede que esta Mente Única se manifieste en sus precipicios más profundos, puede que caigamos en un estado de conciencia animal, dominado por la ansiedad de comida o por la avidez de sexo. Puede que la mente se empañe eventualmente por alguno de los tres venenos: la cólera, la ambición o la ignorancia. Puede que después de haber conocido un estado celestial, conozcamos un estado infernal caracterizado por los sufrimientos, por la experiencia de dolores inefables parecidos a golpes de lanzas, por dolores o fobias.

Y sucede que cuando aparecen estos estados, nos apegamos completamente a ellos y nos olvidamos de que, en definitiva, no son más que estados transitorios de la Mente Única.

La Mente Única es un buey difícil de domar y de capturar. A veces reviste sus mejores joyas, a veces toma aspectos sórdidos o bien termina por perderse en la bruma del olvido y de la ignorancia.

En los diez versos del Bodhisattva Kanzeon se dice al final:


"Cada mañana mi pensamiento está en la Mente Única.
Cada noche mi pensamiento está en la Mente Única.
Cada pensamiento surge de la Mente Única.
Cada pensamiento es la Mente Única."


Esto es el cultivo y el desarrollo de la presencia mental que consiste en percibir continuamente cada fenómeno, sea cual sea, como manifestación de la Mente Única, de la verdadera realidad.

Cuando tenemos una experiencia transcendente o un cierto satori, es fácil vivir en la presencia de que todo es la Mente única, porque satori consiste precisamente en despertarse a esa experiencia. Cuando el cielo está totalmente limpio y el día soleado, el sol brilla inmaculadamente y todo el mundo está contento. Pero cuando amanece nublado, húmedo o con viento frío, cuando alguno de los tres venenos aparecen en la mente, entonces olvidamos que incluso esas nubes son el cielo, que flotan en medio del cielo. Olvidamos que la cólera, el deseo y la ignorancia son como nubes flotando en el cielo ilimitado de la Mente Única, perdemos la conciencia de la Mente Única y percibimos exclusivamente las nubes a través de la mente egótica.

Es difícil domar a este buey de manera que las experiencias trascendentes no sean experiencias puntuales que se olvidan rápidamente.

¡Qué salvaje es la mente, qué difícil capturarla! ¡Qué difícil es estar más allá de las fluctuaciones ilusorias de la mente!

El océano se manifiesta en cientos de miles de olas. Cada instante miles de olas nacen y mueren. En cada nivel de profundidad viven distintos seres animales y vegetales. Todos ellos forman el océano, y cuando decimos océano nos referimos a estos cientos de miles de olas y animales y seres vegetales, a todas las gotas de agua y de partículas de sal.

Nuestra vida es parecida también a un océano. La Mente Única es llamada también "mente oceánica." El estado de conciencia que se despierta a esto es llamado el samadhi del océano puro y la sangha del Buddha es llamada Asamblea del Océano Puro. Océano Puro es la Mente Única. Nosotros somos peces que vivimos en esta Mente Oceánica, somos océanos, somos la Mente Única.

Cuando nos identificamos exclusivamente con el pececillo que creemos ser, perdemos la perspectiva de la Mente Única, perdemos la perspectiva oceánica. Cuando nos identificamos con una ola o nos aferramos a una gota de agua, perdemos de vista la conciencia de la totalidad.

Por eso, la captura y la doma del buey, la captura y la doma de nuestra mente ilusoria, consiste en despertarse y mantenerse continuamente despiertos al hecho de que cada uno de nuestros pensamientos surgen y son la Mente Única.

En una sesshin se crea un ambiente de recogimiento y concentración propicios para intuir al buey y vislumbrar la Mente Única. Pero cuando volvemos a las seducciones del mundo exterior el buey se vuelve salvaje y se pierde. La Mente Única toma el aspecto de mente personal seducida por objetos sensoriales del mundo y cae en las redes de la ignorancia, pierde de vista el hecho de que incluso la mente personal, incluso los objetos sensoriales del mundo, incluso el hecho de ser seducidos, no son otra cosa que la actividad incesante de la Mente Única, una actividad que paradójicamente nos impide vivir despiertos al hecho de que esa misma actividad es la Mente Única.

Es difícil domar la naturaleza salvaje y cambiante de nuestra mente. Incluso durante una sesshin en nuestra mente aparecen múltiples recuerdos agradables y desagradables, de igual manera que el buey se acuerda de las verdes praderas. Y entonces la naturaleza de nuestra mente se vuelve indómita, aparece el apego y el rechazo. Es difícil hacerse íntimo con la Mente Única porque la Mente Única no es una sola cosa: son diez mil cosas que se suceden.

¿Cómo pasar de las aguas profundas del samadhi a bailar totalmente desinhibido en medio de una discoteca después de haberse tomado cinco o seis copas? ¿Cómo no perder de vista que ambos estados son la manifestación de la Mente única? ¿Cómo pasar de la vida disciplinada y regulada de una sesshin a la ausencia completa de normas sin perder la conciencia de que todo ello no es sino la actividad de la Mente Única?

De esto se trata la captura del buey: de que no sean las distintas manifestaciones de la mente las que nos capturen a nosotros, sino que en todos los momentos seamos nosotros los que vivamos en la presencia de que, ocurra lo que ocurra, eso es la Mente Única.

El maestro Kakuan dice:


"Si quieres que el buey permanezca cerca de ti,
no dudes en utilizar el látigo."


Para evitar que la mente se disperse y caiga prisionera de las categorías que ella misma crea, para evitar caer prisionero de la confusión que la misma Mente Única crea (esto es una paradoja: ¿cómo puede la Mente Única sentirse confundida por la confusión que ella misma ha engendrado? ¡En el Zen no debemos tener miedo del pensamiento paradójico!), para evitar esto debemos usar el lazo, y así atraparemos al buey.

El lazo es lo que captura, lo que inmoviliza, lo que da firmeza, lo que asienta y conserva. Es la concentración. Cuando vislumbramos los cuernos del toro, cuando presentimos la realidad de la Mente Única, debemos seguir concentrándonos en ese presentimiento. ¿De qué manera? Estando siempre atentos al hecho de que surja lo que surja, aparezca lo que aparezca, eso no es sino la manifestación de la Mente Única.

Las dos herramientas fundamentales para la captura y la doma del buey son el lazo y el látigo. Dicho de otra manera: es el arte de aferrar lo que hay que conservar y de soltar o hacer circular lo que debe ser soltado, lo que debe fluir.

El látigo representa la observación, representa la fluidez, la movilidad, la impermanencia. Cuando el buey de nuestra mente se estanca, se apega, se aferra en exceso, entonces se usa el látigo para hacer que ande, para permitir que sea íntima con los acontecimientos ambientales.

Por ejemplo, uno puede sentirse orgulloso de su belleza corporal, de los rasgos de su cara, de la tersura de su piel e identificarse con eso. Pero el tiempo pasa y no perdona, los músculos van perdiendo tono, la piel va perdiendo consistencia, aparecen las patas de gallo, los michelines, las ojeras. Si uno permanece idéntico, aferrado al yo que era a los treinta años, sufre al verse a los cuarenta, a los cincuenta, a los sesenta... Sufre por ignorancia. En ese momento hay que utilizar el látigo para dirigir a la mente, para despertarla.

El látigo permite que la mente fluya de fenómeno en fenómeno, permite que la mente no se detenga ni se aferré a ningún fenómeno. El buey tiende a quedarse cuando encuentra praderas verdes... Démosle su ración de hierba enseguida, y, acto seguido, usemos el látigo para que siga adelante, para que no se detenga. Usemos el látigo para impedir que la mente se aferre a lo percibido en un instante, a sus propias categorías o a un determinado estado de conciencia. Que fluya continuamente con el fluir de los acontecimientos y de los fenómenos, pero sin perder de vista que todos esos fenómenos no son más que la manifestación de la Mente Única.

Para evitar que la mente se disperse en los fenómenos siempre cambiantes, usamos el lazo. Con él atamos al buey y lo inmovilizamos en la percepción de que todo es la Mente Única.

En la práctica del Zen estos dos principios son absolutamente necesarios.

Por una parte está la inmovilidad, lo que no cambia. ¿Qué es lo que no cambia? Debemos despertarnos a la naturaleza original de nuestra existencia que siempre permanece inmutable. Debemos despertarnos a la unidad de todo cuanto existe y vivir en esa experiencia. Debemos despertarnos al no-tiempo, a la experiencia de que nada fluye, de que nada se mueve esencialmente. Y al mismo tiempo, debemos vivir en la fluidez continua de los fenómenos, darnos cuenta de que el tiempo fluye y manifiesta cien mil objetos diferentes.

Esto es lo que el maestro Dogen Zenji llama sansui (san: montaña; sui: río). Quiere decir: inmóvil como una montaña, fluyente como un río. San, montaña, es la condición de samadhi, de concentración profunda, de silencio interior. Sui, río, es la observación, es vivir en los fenómenos siempre cambiantes. Ambos aspectos conviven indisolublemente aquí y ahora. Así debe ser practicado nuestro zazen. Así debe ser practicado el Zen durante la vida cotidiana.

Durante zazen el cuerpo está inmóvil, la mente está aquietada en la absorción del samadhi. Sin embargo, al mismo tiempo debemos dejar fluir la mente, debemos dejar que los pensamientos aparezcan y desaparezcan. No debemos luchar contra este movimiento. Lo importante es dilucidar qué es lo que debe moverse y qué es lo que debe permanecer inmóvil.

En nuestra vida cotidiana el cuerpo se mueve, la mente se mueve. ¿Qué es entonces lo que debe permanecer inmóvil?

En todos los casos se trata de la atención, de darse cuenta de lo que está sucediendo. Poco importa lo que suceda, lo importante es tomar conciencia de lo que está ocurriendo, darse cuenta de este instante, darse cuenta del instante siguiente, percibir que esto no es sino un único darse cuenta. Y esto es un estado de conciencia inamovible, inmutable. Este es el Samadhi del Espejo Precioso.

En el espejo encontramos este doble aspecto de inmutabilidad y de movimiento. Por un lado está el espejo en sí. La naturaleza del espejo es nada. Un espejo es idéntico a sí mismo. Sin embargo tiene la cualidad de reflejar todo lo que aparece delante de él. Las imágenes se mueven, aparecen y desaparecen, circulan y evolucionan. Es un espejo con gran actividad y movimiento. Pero el espejo en sí mismo no se mueve.

Esta es una metáfora para mostrar la condición de samadhi, de esta manera debemos capturar al buey.

Cuando nos movemos nos aferramos y nos identificamos al movimiento. Cuando estamos quietos nos aferramos y nos identificamos con la quietud y rechazamos el movimiento. Mucha gente piensa que sentarse en zazen significa entrar en un estado de no-pensamiento. Por eso cuando practican zazen se dan cuenta de que es imposible dejar de pensar, se dan cuenta de que nuestra mente segrega pensamientos de igual forma que nuestro estómago segrega jugos gástricos o nuestro hígado bilis. Y entonces se desmotivan al no conseguir lo que buscaban.

Zazen no consiste en dejar de pensar. Consiste en dejar fluir los pensamientos, en no aferrarse a los pensamientos, en no luchar contra ellos. Se trata de no crear una relación emocional de amor-odio con los fenómenos que aparecen.

El estado propio de la conciencia de zazen es hishiryo.

Shiryo es pensamiento, el estado de conciencia ordinario. Fushiryo es el no-pensamiento. Zazen es hishiryo, que significa pensar sin pensar, pensar desde el fondo del no-pensamiento, esto es, dejar que los pensamientos pasen, liberarse totalmente del contenido de los pensamientos y situarse en un estado de no-pensamiento, pensando.

Si cambiamos los términos de este silogismo por movilidad-inmovilidad, obtenemos el mismo resultado.

Zazen, la Vía del Zen no consiste en estarse toda la vida quieto, inmóvil sobre un zafu sin pensar. Si así fuera sería como querer volver al estado mineral, como querer volver al estado de roca. Las rocas están todo el día inmóviles, pero eso no significa que se hayan despertado a la naturaleza de Buddha... No se trata de quedarse quietos sin pensar, tampoco se trata de cerrar la boca y quedar mudo para siempre. ¿Por qué negar la cualidad de poder expresar nuestros sentimientos mediante la palabra, cuando esto es un logro humano? Sin embargo, si siempre estamos moviéndonos, si siempre estamos pensando, acabamos por perdernos.

La Vía del Zen nos enseña a hablar desde el fondo del silencio de forma que nuestra palabra esté siempre en armonía con nuestro silencio. Nos enseña a movernos partiendo siempre de la inmovilidad. Nos enseña a pensar desde el no-pensamiento. Por eso, para capturar y domar al buey debemos usar tanto el látigo para hacer que se mueva, como el lazo para hacer que se quede quieto. Así se aprende a capturar y domar al buey.

¿Qué sucede cuando termina la sesshin y volvemos a nuestra vida cotidiana y nos sumergimos de lleno en los múltiples estímulos del mundo?

Debemos desarrollar la sabiduría, mantener capturado y domado al buey en estas circunstancias. Si practicamos sabiamente la atención durante cinco o seis días, y luego, nada más salir, caemos en la dispersión y perdemos de vista al buey, disipamos el poder del samadhi y la energía acumulada, y caemos en estados infernales.

También puede ocurrir lo contrario. Durante una sesshin el buey está bien atado a una cuerda porque las circunstancias son propicias. Pero sucede que tenemos tendencia a adormilarnos, incluso a apegarnos a este tipo de vida. Por eso uno se dice: "¡Ah, volver ahora con mi mujer, con mi hijo, volver al trabajo...!" En ese momento hay que usar el látigo, fustigar a la mente y decirle: "Adelante, no te estanques." Pero luego, cuando volvemos al medio social debemos utilizar el lazo para mantener al buey bien atado.

¿Cómo? Con la concentración y con el desarrollo de la atención.

Lo más importante es no perder de vista lo siguiente: a veces la Mente Única se manifiesta en forma de cumbres elevadas; a veces la Mente Única se manifiesta como precipicios profundos; a veces la Mente Única parece perderse en la bruma de la inconsciencia. Aún así, todo esto no es más que la actividad propia de la Mente Única.

Algunos días de sesshin hacemos zazen en el fondo de un valle, en lo más profundo de un barranco. A veces, buscando al buey nos internamos en tierras inhóspitas, y la hierba va creciendo en nuestra mente, perdemos el rumbo y la orientación, perdemos la perspectiva de nuestra práctica. Sin embargo es necesario conservar la perspectiva y la amplitud de la Mente Única. Así nuestros problemas personales, nuestras sensaciones y nuestros pensamientos son vistos de una forma mucho más amplia y no nos agobiamos con una visión estrecha.

No obstante, ambas visiones son la Mente Única. Es la Mente Única la que adopta distintas perspectivas según las circunstancias. Se trata tan sólo de crear a nuestro alrededor las circunstancias que nos permitan vivir en la Mente Única, despiertos a la Mente Única.

Esto es capturar al buey.

¿Qué es lo que debemos dejar pasar y qué es lo que debemos mantener firme tanto en zazen como en la vida cotidiana? Constantemente debemos plantearnos esta pregunta. Por ejemplo, durante zazen, en el terreno muscular, ¿qué músculos deben conservar un tono justo que permitan mantener la postura y qué músculos deben abandonar su tensión innecesaria? Los hombros tienden a contraerse excesivamente, sin embargo los lumbares deben ser mantenidos en una tensión justa que permita al tronco erguirse de forma adecuada. Es necesario abandonar la tensión sobrante en los hombros y no aflojar en la zona lumbar. Y esto sucede con todos los aspectos de la vida. Estos son los principios masculino y femenino, lo que se contrae y lo que se expande. Ambas cosas son importantes.

Por esta razón los maestros Zen llevan un kotsu aferrado con la mano izquierda y unas borlas que cuelgan de la mano derecha. Ea mano derecha suelta y deja partir. Ea mano izquierda aferra, mantiene firme.

Incluso en términos de reproducción es el macho el que suelta y la hembra la que recibe, la que conserva.

¿Cómo armonizar la fluidez emocional, mental y física, con la estabilidad y el poder internos?

Una espada para ser templada necesita meterse en el fuego y en el agua fría. También nuestro espíritu es capturado y domado a fuerza de practicar zazen y de volver a la vida social, a fuerza de mantener firme y de soltar, a fuerza de usar el lazo y el látigo.

Cuando la mente se estanca debemos utilizar el látigo. Cuando la mente se disipa, debemos sacar el lazo y mantener firme. Estas son las claves para capturar al buey.

Extracto de La Doma Del Buey
LAS DIEZ ETAPAS DEL DESPERTAR
SEGÚN EL MAESTRO ZEN KAKUAN SHIEN
Traducción y comentarios de Dokushô Villaba


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