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...Refiriéndome en
fin a la verdad de esta palabra del Salvador: "no darás a los perros lo
que pertenece a la santidad, no arrojarás las perlas a los cerdos, por temor a
que las pisoteen y volviéndose juntos contra vosotros, os despedacen".
Por todas estas
razones me había resuelto a privar de mi lengua al pueblo y de mi pluma al
papel.
Después, yo
cambié de opinión, y, tomé un partido diferente: extender el empleo de mis luces
al conjunto de los acontecimientos futuros, tan lejos como me fuera posible
percibirlos, comprendiendo aquellos cuya comunicación me parecía lo más
urgente, y dirigirme, no a algunos, sino al pueblo
entero de los hombres, y, a la
época que habrá visto el acceso de ellos a la cosa pública.
Además,
sabiéndo la fragilidad de los hombres, y no queriendo arriesgarme
nunca a escandalizarla, cualquiera que sea la mutación que se produzca en las
mentalidades, decidí expresarme en sentencias cortas, tejidas unas con otras, y
cuyo sentido quedaría oculto, tras de severos obstáculos: todo esto debía ser
redactado bajo forma nebulosa, como conviene muy particularmente a estas
profecías de las que está escrito: "tú has escondido estas cosas a los
sabios y a los prudentes, al saber de los poderosos y a los reyes, pero las has
entregado como frutos limpiados de sus semillas a aquellos que pesan poco sobre
el suelo (?)y que no entorpecen el espacio"...?
Los profetas del
pasado, que vieron las cosas lejanas y que previeron los acontecimientos
futuros, habían recibido de Dios y de sus ángeles este "espíritu de
vaticinacion" sin el cual ninguna obra puede llevarse a término.
Mientras
este espíritu de vaticinacion permanecía en los profetas, el poder que les
comunicaba era inmenso, y ellos esparcían sus beneficios sobre todo aquello que
les estaba sometido.
Existen otras realizaciones posibles además de las
realizaciones sublimes de los profetas, y, por analogía entre sus finalidades
respectivas, estas dependerán de nuestro "buen genio" exactamente
como aquellas dependían de Dios.
A fin de permitirnos estas menores
realizaciones, el espíritu de profecía acerca a nosotros su calor y su poder,
así como hace el Sol con nuestras personas físicas cuando, habiendo lanzado sus
rayos sobre los cuatro elementos deja su influencia, de vuelta por esos
elementos, esparciese también sobre los cuerpos no elementales como son los
nuestros.
En cuanto a nosotros, como simples seres humanos, no somos capaces de
penetrar, por el solo ejercicio de nuestras facultades y talentos naturales,
los secretos insondables de Dios creando el Universo: "porque no nos ha
sido dado conocer los tiempos ni los momentos, etc.".
No se trata de
que en nuestra época, no puedan existir o aparecer ciertos personajes, como fue en
el pasado, a quienes Dios el Creador quiera revelar, por medio de imágenes
impresas por El en su espíritu, algunos secretos del porvenir armonioso de acuerdo
con los juicios astrológicos.
Para este resultado, una clase de llama surge en
estos personajes, exaltando su facultad volitiva, inspirándolos, y haciéndolos
discernir en las cosas futuras aquello que será hecho por el hombre y aquello
que será hecho por Dios.
Porque la obra divina, si bien es absoluta en su
totalidad, no lo es en sus partes.
Esas partes son tres: los ángeles, (los buenos), los malos
y entre los dos el hombre y sus poderes; esto deja a Dios todo el campo posible
para realizar y terminar su obra como El la entiende.
Pero me parece,
hijo mío, que te hablo aquí en un lenguaje demasiado complicado.
Para volver a mi
exposición, te diré que existe otra clase de predicción oculta, que nos viene
oralmente y bajo la forma poética del "sutil espíritu del fuego".
Esto nos llega alguna vez cuando, como consecuencia de una más alta
contemplación de lo que en realidad son los astros, ese sutil espíritu del
fuego se apropia de nuestro entendimiento.
Entonces nuestra atención se hace
más vigilante y muy especialmente a las percepciones del oído: comenzamos a oír
frases con carencia rítmica, sin ningún temor y olvidando toda vergüenza, largas
series de sentencias, perfectas ya para ser escritas.
¡Pero qué!
¿Esto no se
produce también por el don de la adivinación, y no procede de Dios, Del Dios
que transciende el tiempo, y del que proceden todos los otros dones?
Aunque hijo mío,
haya puesto adelante la palabra Profeta, no creas que yo me quiero atribuir
título de tan alta sublimidad, sobre todo teniendo en cuenta el tiempo
presente.
Acaso No está escrito: "aquel que hoy es calificado de Profeta,
¿antiguamente hubiera sido nombrado vidente?".
Profeta, en efecto, es
propiamente aquel que ve las cosas situadas completamente fuera de la
posibilidad del conocimiento natural, y no digo solamente del hombre, sino de
todo ser creado.
Que si tu pensaras que el Profeta pudiera, mediante la luz
profética, la más perfecta, captar el todo de una cosa, sea divina, o aún
humana, yo te respondería que no es posible, visto que dicha cosa extiende en
todas direcciones ramificaciones indefinidas.
Si, hijo mío, los
secretos de Dios son incomprensibles;
y si la virtud que produce las causas
futuras puede andar durante largo tiempo en estrecho contacto con el
conocimiento natural, las causas que nacerán de ella escaparán seguramente a
ese conocimiento natural: partirán, en efecto, de otro de sus orígenes, el
último y más determinante de todos, el "libre arbitrio"; esto hace
que no sabrán adquirir ninguna condición capaz de hacerlas conocer antes de su
realización, ni por humanos augures, ni por ninguna inteligencias sobrehumana o
potencia oculta existente bajo la concavidad del cielo. Lo cual resulta también
de este hecho supremo: una Eternidad Total, que reúne en sí todos los tiempos.
Pero por lo mismo
que esta eternidad es indivisible, los impulsos continuos que de ella emana no
pueden sino inscribirse, con todo rigor aunque de manera simbólica en el
movimiento de los astros: de aquí la posibilidad de llegar a la causa para
quien posee el conocimiento de este movimiento.
No digo, hijo
mío, y me entenderás un día, aunque toda noción de estas materias sea hoy
vedada a tu débil entendimiento, no digo que muchas causa futuras, y aún muy
lejanas, se encuentran fuera de la comprensión de la criatura racional.
No es
así, toda vez que esas causas futuras han de ser engendradas por el alma
intelectual de las cosas presentes.
Por lejanas que ellas sean, esas causas
futuras no son ni demasiadas ocultas ni difíciles de situar en su cadena
causal.
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MABUS...?
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